El cardenal hondureño, Oscar Andrés Rodríguez, estaba de acuerdo con el entonces Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarsicio Bertone, en que los sacerdotes acusados de abusos sexuales no debían ser entregados a las autoridades civiles.
El caso del reverendo Enrique Vásquez en Costa Rica, ilustra cómo las autoridades de la Iglesia utilizan su presencia global para evitar que los sacerdotes de la Iglesia Católica sean enjuiciados.
El documento afirma que Vásquez admitió ante su obispo a mediados de los años 90 que había acosado sexualmente a un monaguillo de 10 años de edad, y le habría dicho: “tengo este problema”.
Un día después de que la agencia estatal a cargo del cuidado de la infancia, en Costa Rica, lo acusara formalmente en 1998, el sacerdote Vásquez se fue a Estados Unidos, vía Nicaragua.
Pasaron cuatro años para que la fiscal conociera el paradero de Vásquez, del que según el informe, la Iglesia si sabía, horas después de que el FBI lo interrogara, Vásquez dejo el país rumbo a México.
“Para mí sería una tragedia reducir el rol de un pastor al de un policía. somos completamente diferentes y prefiero prepararme para ir a la cárcel antes que hacerle daño a uno de mis sacerdotes” comento el cardenal Oscar Rodríguez, citado en el informe.
Pasaron casi 10 años, hasta que en 2007 la policía diera con Vásquez. “nuestra función no es alertar a la policía. Nosotros alertaríamos a las autoridades religiosas” comento en su momento el obispo Juan Mata, secretario de la conferencia episcopal de nicaragua durante la estadía de Vásquez.
De esta manera queda al descubierto como la Iglesia Católica, a través de sus altos jerarcas, en el mundo y el cardenal Oscar Andrés Rodríguez en Honduras, utilizando sus influencias, obstaculizan la aplicación de justicia y evita que aberrados sexuales, abusadores y proxenetas que se hacen pasar como líderes espirituales sean castigados por la justicia.