La ONU advierte de que las «maras» centroamericanas desempeñan un papel cada vez más activo en el transporte de cocaína y usan la «red oscura» de internet para blanquear dinero, así como para captar y ofrecer servicios criminales.
«La red se utiliza para captar servicios y proveedores, para financiarse y poner en contacto a grupos que antes no lo estaban, para actuar en sitios determinados», explica a Efe en Viena Amado Philip de Andrés, representante en Centroamérica y el Caribe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).
El incremento del volumen de cocaína en Suramérica, especialmente por el aumento de los cocales en Colombia, está detrás de que las «maras» se hayan involucrado más desde finales de 2014 en este negocio.
«Cuando tienes entre 200 y 350 toneladas adicionales de cocaína de gran pureza, de más del 70 %, existe una mayor confluencia entre ‘maras’, pandillas y grupos de intermediarios de narcotraficantes», expone.
La vinculación entre las «maras» y esos intermediarios no suele ser fija sino para operaciones concretas de envíos de cargamentos.
«Es una conexión por proyecto, por actividad, y se ponen en contacto por la web», indica el experto español sobre la importancia de la «red oscura» (dark net) en el entramado criminal.
Esa «red oscura» es la zona de internet diseñada para preservar el anonimato del usuario, algo de lo que se aprovechan quienes desarrollan actividades ilícitas.
El sistema de pagos en esta «web profunda», que funciona como un bazar de actividades criminales, es el bitcoin, una criptomoneda virtual, y el sistema «Hawala», que permite blanquear, sin dejar rastro, los beneficios de actividades ilegales.
Las «maras» no cobran un porcentaje del valor de la droga transportada, sino que «normalmente reciben un pago fijo» por cada entrega, lo que resulta menos lucrativo.
El experto de la ONUDD recuerda que el kilo de cocaína vale 2.200 dólares cuando sale de Colombia y alcanza los 122.000 dólares en la venta callejera en EEUU, lo que genera un negocio criminal de miles de millones.
«En las grandes ciudades centroamericanas hay un mayor número de jóvenes cada vez más vinculados con el transporte (de droga) y, si no lo evitamos, en el futuro lo estarán con el consumo», afirma De Andrés.
Actualmente, las «maras» se organizan en un sistema de células territoriales llamadas «clicas», que son agrupaciones de jóvenes de entre 25 y 50 miembros, que hacen del delito su medio de vida.
Las tasas de homicidios en El Salvador, Honduras y Guatemala fueron, según datos oficiales, de 108, 63,8 y 35 muertos por cada 100.000 habitantes, respectivamente, en 2015.
Estas cifras de homicidios son de las más altas del mundo en tiempos de paz y, como comparación, EEUU, uno de los países del mundo con más armas en manos de civiles, la tasa de muertes fue del 4,4 por 100.000 habitantes en 2014.
En general, debido a internet y a los servicios de mensajería en los celulares, «la dinámica criminal es mucho más rápida y todo está mucho más interconectado», expone el responsable de la ONU.
Otra actividad al alza, debido al incremento del narcotráfico, es el «tumbe» de drogas, que consiste en robar el cargamento a un grupo competidor y que suele generar violencia.
«Hay un incremento a plena luz del día del ‘tumbe’ de drogas, especialmente en las zonas aledañas a los aeropuertos principales y en las grandes ciudades», describe.
«Cuando robas, las ganancias son máximas. Se dan muertes violentas, cosas que antes no veíamos, y esto es por el mayor volumen de cocaína desde Suramérica», añade.
Para luchar contra estos fenómenos, De Andrés destaca la necesidad de invertir en lucha contra la corrupción y crear estrategias integrales, con respuestas sociales y no sólo policiales.
El experto elogia el esfuerzo de Panamá, El Salvador y Guatemala en la lucha contra la corrupción, a lo que dedican porcentajes del PIB mayores que muchos países europeos.
Y frente a la cibercriminalidad, subraya que El Salvador ya ha creado una unidad de elite contra el ciberdelito que puede ser un ejemplo para otros países debido a su comprobada capacidad.
También considera clave la recuperación de los espacios urbanos para los vecinos, algo que debilita la criminalidad, ya que «para controlar parte de las ganancias (del transporte de drogas) debes controlar un territorio, y eso sucede en las ciudades».
Como ejemplo, De Andrés destaca el caso de San Pedro Sula (Honduras), que era a principios de esta década la ciudad más peligrosa del mundo y que consiguió reducir los homicidios en un 70 % en los últimos tres años con unas políticas públicas de prevención y recuperación del espacio urbano.-EFE