Futuro oscurito de Juancito

golpejohPor: Julio Escoto

Publicado en El Heraldo

Parece no enterarse el mandatario de la trampa crítica en que penetra y prosigue elaborando artificios retóricos de distracción: desprestigia a los marchantes, los acusa de criminales y siervos del narcotráfico, con sus deudores y seguidores propone espurias mesas de diálogo y, finalmente, acudiendo a la represión, sus agentes acosan a los líderes del movimiento indignado. Durante la semana pasada el gobernante añadió a sus graves errores la mentira internacional y la revelación de millonarias inversiones ––de su familia sanguínea y política–– por montos superiores a las capacidades de ingreso.

La confusión y la desesperación asoman ya a su horizonte mental, escala a que ascenderá cuando ordene a las tropas disolver por fuerza las manifestaciones, algo a lo que se duda accedan las fuerzas armadas. Echarse ese trompo a la uña sólo logrará lastimarles, si no volarles la uña, ya que ningún ejército de la tierra es más poderoso que un pueblo en ira.

Varios son los desenlaces para esta confrontación aunque dialécticamente sólo dos posibles: el presidente logra articular e imponer sus mecanismos de defensa y ocultamiento o el pueblo concluye echándolo del poder, a lo menos reduciendo su alcance de poder, siendo el factor de peso y activación para esto último el incremento humano en las marchas. Si estas aumentan en número y población los márgenes operativos se le reducen drásticamente al gobernante, quien, como ya empezó a hacer, se irá desprendiendo (sacrificando) paulatinamente de sus servidores y cómplices menores y medianos hasta quedar rodeado en exclusivo con su cúpula más íntima y fiel. Eso significaría el triunfo de los indignados, que es supuestamente de la democracia y de un poder popular.

En ese camino existe un puente infranqueable, que es el vigente sistema de justicia. El mandatario no puede, en forma ninguna, acceder en totalidad al reclamo de los indignados, pues tendría que increparse e inculparse a sí mismo. Y de allí que para prevenir eso desde hace varios días los analistas y voceros tarifados (o temerosos) buscan cambiar la senda del discurso y discuten ahora insistentemente sobre el diálogo ––detalles y si ocurrirá–– y no acerca de la materia fundamental, que es la posible responsabilidad del gobernante. ¿Es corrupto? ¿Conocía en algún modo los actos delictivos de sus partidarios? Y si así es, si carga sospecha de culpabilidad, ¿cómo puedes negociar con él?, ¿dialogas con tu asaltante?… Mientras no brille prístina su honradez carece de autoridad para llamar a diálogos.

Los indignados igual tenemos nuestro puente levadizo (mis libros claman que estoy indignado hace 50 años). Y es que más marchas no resolverán la situación sino el número de marchantes: el gobierno sólo cederá si el pueblo se acrecienta, pues el poder de la masa es su masividad. Y por lo mismo se obliga ya a ascender a nuevos volúmenes de praxis colectiva, particularmente el paro progresivo y luego general. Tiemblan los tronos si hay terremoto, fenómeno que se observa cuando los acólitos empiezan a distanciarse del rey.

Desde la óptica estratégica lo inteligente para Juancito no es dialogar, sino negociar. Acceder a encerrar a los culpables siempre que a él no lo toquen y le permitan capitular su período; que lo libren de cárcel aunque no del destino pues es rumor cósmico que está sentenciado por los poderes bestiales de la tierra: los narcos a quienes se dice traicionó, los panas y encubridores a quienes venderá, los yanquis que con la información provista por los extraditados tienen de él y su séquito empresario, policial y militar un expediente monstruoso. El futuro de Juancito luce pequeñito…

Sun Tzu lo dijo con breves palabras: “La mejor batalla se gana sin pelear”, mientras que el pueblo acuña: “A enemigo que huye, puente de plata”. Preferible que Juancito salga por la puerta de atrás a que hayan dolor y sangre.

 

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