Una docena de pantalones vaqueros diseñados en un pueblo de Galicia salen por los aires en Broadway a la altura de la calle Vesey, en el Sur de Manhattan. Un grupo de chavales han roto la disciplina de la manifestación, ha arrancado los tablones que protegen una tienda de Zara, han roto la puerta y salen con las manos llenas de prendas. La mayoría son muy jóvenes, casi niños. Alguno, más mayor, llena de forma metódica una bolsa de deporte con lo sustraído. Hay carreras, confusión, avisos de que viene la policía. Un joven lanza los vaqueros al cielo oscuro, como confeti. Hay también enfrentamientos. «¿Qué mierda hacéis? No sois aliados de nuestra causa», increpa un manifestante, de cerca de treinta años, a los saqueadores. Agarra a uno que trata de escapar, se enzarzan en el suelo, se forma un tumulto mientras el autor del placaje sigue rugiendo «¡No eres aliado de ‘Black Lives Matter’!», en referencia al movimiento contra los abusos policiales y el racismo estructural contra la minoría negra. En un par de minutos, la escena se inunda de policía, se producen arrestos. Un hombre mayor está esposado, contra el suelo, boca abajo, con un agente antidisturbios encima. Es una detención cualquiera. Pero es imposible no acordarse de la imagen de George Floyd, el hombre negro que murió a manos de la policía en Mineápolis. Esposado, boca abajo, sujeto por otros dos agentes, el policía -Derek Chauvin, ahora acusado de asesinato en tercer grado y homicidio imprudente- asfixió con su rodilla contra el cuello de Floyd durante casi nueve minutos.
La última tragedia de los abusos policiales contra la minoría negra ha levantado en protestas a todas las grandes ciudades de EE.UU. Primero en Mineápolis y después en todo el país. La violencia, el vandalismo y los saqueos han acompañado a las protestas y se han comido la atención, dentro y fuera de EE.UU. En los últimos días, con la imposición de toques de queda -desde la muerte de Martin Luther King en 1968, no se habían decretado tantos al mismo tiempo- los disturbios violentos han perdido fuelle.
En Nueva York, el toque de queda se adelantó el martes a las ocho de la tarde, tres horas antes que la jornada anterior, donde se multiplicaron los saqueos. La presencia policial se había multiplicado. Pero, en la calle, en la media docena de manifestaciones que serpenteaban ayer Manhattan, y en otras en Brooklyn y otros distritos de la ciudad, la intención de separarse de la violencia y el saqueo es evidente