Barack Obama hizo historia este 27 de mayo al convertirse en el primer presidente de EE.UU. en visitar Hiroshima, la ciudad nipona víctima de la primera bomba atómica, donde pidió que la tragedia nunca se olvide.
Obama pasó poco menos de una hora en el Parque de la Paz, construido en el epicentro de la explosión que arrasó la ciudad y acabó con 140,000 vidas el 6 de agosto de 1945, pero su visita estuvo cargada de un enorme simbolismo.
Se trataba de un gesto muy esperado en Japón sobre todo entre los “hibakusha”, como se conoce a los supervivientes de la bomba atómica, siete de los cuales asistieron a la ceremonia de hoy celebrada al caer la tarde.
Como estaba previsto, no hubo una disculpa pero el profundo y elaborado discurso de Obama, que estuvo repleto de referencias morales, reflexionó sobre la tragedia y rindió homenaje a las víctimas.
“Era una mañana luminosa y sin nubes. La muerte cayó del cielo y el mundo cambió”, dijo el presidente al comenzar un discurso pronunciado al aire libre ante unas setenta personas y con la impresionante vista de las ruinas de la cúpula “Gembaku”, símbolo de la destrucción, como fondo.
Obama habló de “las voces de las víctimas” y destacó la necesidad de “mantener viva su memoria, porque alimenta nuestra imaginación, nos permite cambiar y nos da esperanzas sobre un futuro mejor”.
Antes de su discurso, Obama hizo a una ofrenda floral ante un cenotafio de forma arqueada en memoria a las víctimas donde reza la inscripción “descansad en paz, no permitiremos que esto vuelva a ocurrir” y visitó brevemente el Museo de la Paz, donde se cuenta de manera explícita el efecto de la bomba sobre la ciudad y sus habitantes.
“Hemos conocido la agonía de la guerra. Permitidnos ahora encontrar juntos la valentía para difundir la paz y conseguir un mundo sin armas nucleares”, escribió el presidente en el libro de visitantes.
En todo momento Obama estuvo acompañado por el primer ministro nipón, Shinzo Abe, que aseguró en su discurso que “nunca deberá repetirse lo que sucedió en Hiroshima y Nagasaki”, ciudad que fue atacada tres días después también con una bomba atómica por EE.UU. y en la que fallecieron 74.000 personas.
La imagen era poderosa. Juntos en el lugar de la tragedia los líderes del único país que ha sido víctima de la bomba atómica y del único que ha llevado a cabo un ataque nuclear.
El momento más emotivo del día fue cuando el presidente estadounidense se acercó a saludar a algunos de los supervivientes.
Entre ellos, Sunao Tusboi, de 91 años y en cuyo rostro todavía son visibles las quemaduras que sufrió por la bomba, quien le dijo a Obama que su discurso “lleno de referencias a la felicidad y el bienestar” le había hecho “sentir más joven”, lo que hizo reír al presidente.
También pudo hablar con él Shigeaki Mori, de 79 años, que reconoció que se sintió superado por la situación por lo que Obama le dio un abrazo cariñoso.
Mori, que consiguió sobrevivir a bombardeo siendo un niño, lucho durante años para que doce militares estadounidenses que fallecieron en prisión en Hiroshima durante el ataque fueran reconocidos como víctimas.
A pesar de que el Parque de la Paz permaneció cerrado todo el día por razones de seguridad, la ciudad se volcó con la visita y miles de personas se concentraron a pesar del calor en los alrededores del recinto mientras que otras dieron la bienvenida a Obama a su paso.
Ha sido una visita muy espera por Japón, según reconoció Abe que aseguró que “estrecha aún más la relación de amistad entre antiguos enemigos”.
En EE.UU, donde se sostiene que los ataques nucleares pusieron fin a la II Guerra Mundial, el viaje se ha vivido con cierta polémica por lo que Obama ha aprovechado para hacerla al final de su mandato y tras asistir a la cumbre de líderes del G7 celebrada en el parque natural de Ise-Shima, en el centro de Japón.
Aunque es el primer presidente en el cargo en visitar Hiroshima, el demócrata Jimmy Carter lo hizo como expresidente en 1984, años después de dejar el cargo, mientras que el republicano Richard Nixon acudió en 1964, cuatro años antes de convertirse en presidente de los EE.UU.