Hay un candidato en las elecciones presidenciales de 2016 que probablemente no hará bromas de penes: Hillary Clinton. La razón es porque ella no tiene pene.
Podría decirse que Donald Trump puede, de algún modo, salirse con la suya con un grado sin precedentes de mala conducta porque él es Donald Trump.
Además, podría decirse, que Hillary Clinton tiene que cuidar sus modales –y todo lo demás en cuanto a eso– porque ella es una mujer.
El martes 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer en Estados Unidos y en todo el mundo.
Aun cuando todos deberíamos estar luchando cada día del año por la igualdad social, política y económica de las mujeres, el Día Internacional de la Mujer es una ocasión oficial para celebrar lo lejos que hemos llegado en el avance de los derechos de las mujeres y lo mucho que aún tenemos que recorrer.
Hay progreso que celebrar. Por ejemplo, en 1990 un poco menos de la mitad de las chicas de naciones empobrecidas se inscribieron en la escuela primaria. En 2011, la tasa había aumentado hasta casi el 80%.
¿Quién es un cómico de sexo?
Y aun aquí, en Estados Unidos, tenemos candidatos presidenciales masculinos en la televisión nacional compitiendo por el tamaño del pene. A pesar de lo lejos que hemos llegado, aún tenemos mucho por recorrer.
El contraste es sorprendente. Claro, podrías argumentar, que fue muy grosero que Marco Rubio diera a entender que Donald Trump tiene un pene pequeño e igualmente grosero de parte de Trump insistir en lo contrario.
Debes tener en cuenta de que ninguna observación tuvo consecuencias en la candidatura de ninguno de los dos. Pero ¿qué pasaría si una mujer hubiera hecho ese tipo de broma?
Del mismo modo que animamos a nuestros jóvenes a tener sexo pero avergonzamos a nuestras jovencitas por ser promiscuas, los chistes lascivos de parte de los hombres se toleran e incluso se celebran. Pero no tanto cuando las mujeres los hacen.
La perspicaz humorista Amy Schumer ha hecho la siguiente observación: «Estoy etiquetada como una cómica de sexo. Creo que eso se debe únicamente a que soy una chica. Siento como que un chico podría venir hasta aquí y, literalmente, sacarse el pene, y todos dirían algo como: ‘Él es intelectual'».
El estándar simplemente es diferente –más crítico– para las mujeres.
También es porque, como muestran los estudios, las mujeres profesionales son menos propensas a utilizar el humor que sus iguales masculinos. Cuando lo hacen, los chistes de parte de las mujeres en el lugar de trabajo son percibidos como «artificiales, a la defensiva o simplemente mezquinos».
La presión para seguir el juego
Entonces ¿Qué va hacer Hillary Clinton? Si ella trata de tomar el camino alto y moverle el dedo a Trump demasiado fuerte, caería en otra trampa… parecería la despectiva «feminista enojada» que no puede aceptar una broma.
Hillary Clinton tiene que cuidarse de ser etiquetada como una «feminista enfadada».
La presión social sobre las mujeres en esos momentos es obligarse a sí mismas a reír, para mostrar que pueden aceptar un chiste, para no ser aguafiestas o algo así. Eso perpetúa el problema en el cual son los hombres quienes establecen los términos del discurso aceptable.
Vamos a detenernos aquí un momento para darnos cuenta del desastre que esto es.
Donald Trump parece no pensar mucho antes de abrir la boca, una cualidad que sus seguidores consideran que no es alarmante, sino «innovadora». Al parecer, ellos ven a Trump como quien expresa todos los pensamientos de enojo y alarmantes que ellos mismos temen decir en voz alta.
Mientras tanto, Hillary Clinton se ve forzada por las normas y limitaciones machistas de nuestra sociedad a pensar de más cada palabra que pronuncia y cada movimiento que hace. Por supuesto, si quieres, podrías decir que Hillary posee una personalidad prudente o no transparente, pero hay que tener en cuenta que su personalidad fue formada por décadas en la política y la vista del público, en el mismo crisol de la constante condena machista.
Las mujeres en el liderazgo público mantienen un guantelete perpetuo de expectativas, demandas y restricciones que los hombres (especialmente los hombres blancos heterosexuales) simplemente nunca son obligados a enfrentar.
Examina a Hillary todo lo que quieras, pero al menos ella merece nuestro reconocimiento tan solo por sobrevivir.
Si Trump llega allí…
Si terminan uno frente al otro en la elección general, no tengo idea de cómo Hillary Clinton responderá si es que Donald Trump alardea del tamaño de su pene –o saca a colación el término «schlonging»– durante un debate.
Sospecho que su mejor opción es una mezcla de un poco de incredulidad y altanería con un poco de incredulidad, mientras revela que ella no se piensa reír o no se está riendo, sino que demuestra que ella es el tipo de líder que encuentra que esa conducta está por debajo de ella y por debajo de nuestra política.
Pero, de nuevo, la parte más triste aquí es que Hillary Clinton, sin duda, tiene que pensar mucho para saber exactamente cómo responder frente a tal observación… mientras que es claro que Donald Trump no piensa en absoluto en hacerla.
Hablar sobre tu pene como candidato presidencial no es gracioso. Además, tampoco es graciosa la manera en que las mujeres en la política y en toda la sociedad son examinadas y juzgadas más severamente que los hombres. Personalmente, me gustaría ver que el doble estándar contra las mujeres fuera muchísimo menor.