Durante la homilía celebrada sin feligreses en la Basílica Nuestra Señora de Suyapa, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez, clamó este domingo para que Dios libre a Honduras del mal, del pecado, la maldad, el crimen y del COVID-19.
La amada iglesia nos concentra sobre esa cualidad del amor de Jesús hacia nosotros, que es la misericordia, es uno de los temas centrales del amor de Dios, nos dice el evangelio que al atardecer de aquel día estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo.
“También en nuestros tiempos, estamos todos en las casas con las puertas cerradas por miedo, los discípulos estaban encerrados por miedo a la persecución porque habían matado a Jesús, ahora nosotros estamos encerrados por miedo a un virus, a una enfermedad”, acotó.
Por eso, la palabra de Dios hoy nos anima y nos ayuda a comprender esta situación; lo primero que se pone de relieve es la situación de la primera comunidad después de la muerte del Señor Jesús, con las puertas cerradas por miedo.
“Mejor con las puertas trancadas como diríamos nosotros, estaban traumatizados por la muerte del Señor Jesús, es el miedo lo que les hizo cerrar todas las puertas, pero Jesús resucitado atraviesa las puertas cerradas; el miedo de los discípulos no lo detiene a la hora de atravesar las puertas cerradas con su mensaje de vida, de alegría y de paz, es el saludo pascual por excelencia, la paz sea con ustedes”, citó.
Comentó que también nosotros tenemos puertas cerradas, el modo de blindarnos, de protegernos para salir adelante, pero “cómo hacemos para quitar los cerrojos y para abrir nuestras puertas a Él; hoy pensemos queridas hermanas y hermanos que nos acompañan a través de los medios, hoy pensemos que Jesús viene a nuestras casas y entra en ella como un huésped lleno de gozo, lleno de gracia, para llenarnos de gracia”.
Podemos imaginarnos que Jesús entra hoy en nuestra casa y abre todo lo que está cerrado para que vuelva a la vida. El miedo paraliza, el miedo impide amar de verdad, en el fondo de muchas de nuestras dificultades personales y relacionales, está el miedo, indicó.
“Hay muchos miedos en la sociedad, hay muchos miedos en las familias, por qué permanecer con las puertas cerradas por miedo, Él ha resucitado, hoy preguntémonos cuál es la puerta que Jesús resucitado quiere que yo le abra”, acotó.
Continuó con el relato bíblico donde Jesús entra en la casa en que estaban los discípulos y se pone en medio, entró Jesús y la noche se convirtió en día, entró Jesús y los liberó del miedo y de la angustia y ante su presencia, los acobardados se llenan de audacia, los tristes se llenan de alegría, los desencantados recuperan la esperanza.
Agregó que Jesús se puso en medio porque toda la comunidad se hace en referencia a Él y es Cristo quien debe ocupar el centro de nuestras comunidades, de nuestras vidas, Él es la fuente de nuestra vida, de nuestra alegría y de nuestra paz, por eso ese fue el saludo, “la paz sea con ustedes, dejen ya sus miedos, dejen de darle vuelta a sus frustraciones, dejen el negativismo, dejen su tristeza, la paz sea con ustedes”.
Al mismo tiempo, pidió escuchar hoy esa voz de Jesús en el interior de nuestro corazón, decir el Señor la paz sea contigo, es decirnos, tú eres amado y si algo necesita nuestra sociedad hoy, es la paz, y a partir de la resurrección de Cristo lo que debe reinar en las comunidades es la paz, en cualquier situación, en cualquier circunstancia, aunque sea difícil y dolorosa, que nadie les haga perder la paz, nada puede destruir mi amor por ustedes y diciendo eso, les enseñó las manos, les enseñó el costado.
“Las manos de Jesús, esas manos atravesadas por los clavos, son manos que nos dan seguridad, su actividad liberadora, son las manos que han levantado a los paralíticos, que han tocado los ojos de los ciegos, la carne de los leprosos, esas manos que le han dado vida a los muertos, son las manos de Jesús que necesitamos para que nos libre del mal, del pecado, de la maldad, del crimen y del coronavirus”, acotó el cardenal.
También les mostró el costado que es el símbolo de su amor sin límites, su costado traspasado por la lanza, es el amor con el cual Jesús nos ha amado y ese amor debe impregnarlo todo, transformar nuestros corazones, su costado abierto, es la expresión de su infinita misericordia.
Domingo de Pascua
En ese segundo domingo de pascua, que desde su santidad San Juan Pablo II, fue consagrado a la misericordia, el encuentro con el resucitado es una experiencia de alegría y hoy el papa Francisco decía desde El Vaticano, el domingo pasado celebramos la resurrección de Jesús y este domingo, celebramos la resurrección del discípulo, del discípulo que no creía, de Tomás quien dijo hasta no ver, no creer.
“Hoy también es esa resurrección, ese discípulo incrédulo resucitó a la fe, la misericordia de Jesús lo resucitó, ven toca mis manos, pon tu mano en mi costado traspasado por la lanza. El encuentro con el resucitado es una experiencia de alegría, quién sino el Señor Jesús puede llenar nuestros corazones de alegría en medio de las tristezas que vivimos».
«Sopló sobre ellos y le dijo: reciban el Espíritu Santo, exhala su aliento sobre los discípulos en una forma tierna, les transmite el espíritu, ese Espíritu Santo que es aliento de vida con el que ha vivido, con el que ha actuado, con el que ha hablado, con el que nos ha amado, a quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados”, reflexionó.
Desde el inicio la vida del resucitado cumple esa misión y nos la entrega, gracia creadora, gracia perdonadora, gracia liberadora.
“El problema de nuestro mundo es que no hay perdón y sin perdón no hay futuro ni para el mundo ni para nadie, cuánta falta nos hace, queridos hermanos, en nuestra Honduras, el perdón y la reconciliación, cuando escuchamos la situación actual, cuando se nos describen las cifras, no podemos quedarnos indiferentes, no son simples números, detrás de cada enfermo hay una familia, detrás de cada difunto hay mucho dolor, pero sin perdón y sin reconciliación nunca vamos a encontrar la paz”, señaló el líder religioso.
Por esa razón, “es bello” cuando al final de las cadenas nacionales de radio y televisión se nos dice “Dios bendiga a Honduras” y eso es lo que queremos, pero Dios no puede bendecir a una Honduras llena de pecado, llena de crimen, llena de maldad, llena de odio, tenemos que poner de nuestra parte si queremos esa bendición del resucitado y por eso es la necesidad de la misericordia.