El ultraderechista Jair Bolsonaro ganó por amplio margen la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, pero deberá medirse con el izquierdista Fernando Haddad el 28 de octubre.
Con 96% de los votos escrutados, Bolsonaro, un excapitán del Ejército, de 63 años, tenía 46,66% de los votos, frente al 28,43% de Haddad, designado candidato del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) por el encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
– Alivio en el PT –
En un hotel en el centro de Sao Paulo, donde Haddad prevé dar una conferencia de prensa, se escucharon gritos de júbilo y alivio al divulgarse los sondeos.
En Rio de Janeiro, en el bar del hotel Windsor Barra, donde se espera que Bolsonaro hable con la prensa, el optimismo reinante a lo largo del día dejó paso a la preocupación.
Las próximas tres semanas deben poner a prueba la resistencia del candidato, que estuvo al borde la muerte tras recibir el 6 de septiembre una puñalada en el abdomen en un mitin.
También lo coloca ante la obligación de conquistar aliados, pese a su alto índice de rechazo por sus propuestas de armar a la población para combatir la delincuencia, sus declaraciones misóginas, homófobas y racistas y su justificación de la tortura durante la dictadura militar (1964-1985).
«Apoyo a Bolsonaro porque nuestro país precisa un shock de orden y él es el único hombre capaz de hacer eso por Brasil», dijo a la AFP Lourdes Azevedo, de 77 años, pedagoga jubilada.
El resultado «es un poco decepcionante. Esperábamos ganar en primera vuelta. Ahora es más difícil. La segunda vuelta es un riesgo», agregó.
Haddad empezó a tender puentes con otros candidatos.
La clave para que Haddad se acerque a los porcentajes de Bolsonaro reside en el centroizquierdista Ciro Gomes, del Partido Democrático Trabalhista (PDT), que fue ministro de Integración Nacional de Lula y consiguió más de 125 de los votos.
Haddad recordó este domingo que como ministro de Educación de Lula trabajó junto a la ecologista Marina Silva y el centroderechista Henrique Meirelles, que presidió durante esa época el Banco Central. Ambos obtuvieron en torno a 1% de los votos, que a la hora de sumar pueden ser importantes.
Gomes, en declaraciones a la prensa, dijo que discutiría con los líderes del PDT la posición en la segunda vuelta, pero adelantó ya un posible apoyo: «haré lo que hice toda mi vida, que es luchar por la democracia y contra el fascismo», declaró.
Bolsonaro y Haddad son los vencedores y al mismo tiempo los candidatos con mayor índice de rechazo.
Haddad, un exalcalde de Sao Paulo poco conocido en otras regiones, heredó una buena parte del electorado de Lula, sobre todo entre la población pobre que mejoró sus condiciones de vida bajo su gobierno (2003-2011).
Pero también heredó el odio que Lula inspira entre quienes le reprochan los escándalos de corrupción revelados por la Operación Lava Jato y la crisis económica en la que se sumió el país bajo el mandato de su heredera política Dilma Rousseff, destituida por el Congreso en 2016.
– El centro y las alianzas –
Durante la campaña, Haddad «se olvidó mucho del centro, que es fundamental. Sin el centro no se gana una elección y menos aún se gobierna, entonces precisa esos apoyos ya. Son tres semanas, una campaña cortísima, y más aún tiene que pensar en la gobernabilidad, estableciendo compromisos con esos sectores», explicó a la AFP André César, de la consultora Hold en Brasilia.
Pero debe lidiar con un historial de declaraciones racistas, misóginas y homófobas y con sus justificaciones de la tortura durante la dictadura militar (1964-1985), que le valieron un amplio rechazo de mujeres y de las minorías.
Durante la campaña, Haddad «se olvidó mucho del centro, que es fundamental. Sin el centro no se gana una elección y menos aún se gobierna, entonces precisa esos apoyos ya. Son tres semanas, una campaña cortísima, y más aún tiene que pensar en la gobernabilidad, estableciendo compromisos con esos sectores», explicó a la AFP André César, de la consultora Hold en Brasilia.
Bolsonaro, por su parte, recibió en la última semana apoyos de poderosos sectores, como los ruralistas y las iglesias evangélicas con los que tejió alianzas.
Pero debe lidiar con un historial de declaraciones racistas, misóginas y homófobas y con sus justificaciones de la tortura durante la dictadura militar (1964-1985), que le valieron un amplio rechazo de mujeres y de las minorías.-AFP