Suecia ha intentado durante semanas una estrategia diferente, única en Europa y casi en el mundo frente a la pandemia de COVID-19: informar a la población, hacer recomendaciones de distanciamiento social, pero no han impuesto el confinamiento. Ni siquiera han cerrado los colegios.
Confinados, en el resto de Europa y del mundo miraban con sorpresa y quizás algo de envidia cómo los suecos aprovechaban el buen tiempo primaveral en terrazas, parques, bares y cafés. No existía. la Cuarentena
No ha sido hasta a mediados de abril, que el Parlamento ha concedido poderes especiales al Gobierno para decretar medidas más restrictivas. Y aun así, no se sabe todavía si el Gobierno cambiará de estrategia. Con esta medida el Gobierno sólo quiere poder actuar rápidamente en caso necesario con medidas como cierres de puertos, escuelas o centros deportivos o recreativos. La norma no afecta al papel de la Agencia Nacional de Salud, que en la práctica tiene la última palabra sobre la gestión de la epidemia.