«¿En qué se parecen Colombia, Honduras, Guatemala y Nicaragua a Chicago, Estados Unidos?». Con este tweet, la revista InSight Crime intenta establecer un patrón entre las mafias de Norteamérica y las bandas de narcotráfico de Latinoamérica.
Más allá de un atractivo titular para la red social, el medio especializado abre la puerta de entrada a una profunda investigación que demuestra la relación intrínseca entre el crimen organizado y las élites económicas. Honduras no fue la excepción de este análisis.
En el prólogo de la investigación, InSight Crime repasa de forma breve la historia de las mafias de Chicago: Desde el apogeo dirigido por el famoso Al Capone en la década de 1930 hasta la caída del negocio sucio en los 80, cuando las autoridades decidieron ponerle punto y final.
¿En qué se parecen? Podría resultar difícil poner al mismo nivel la situación que enfrentó una región americana en el corazón del siglo pasado con la Honduras de inicios del siglo XXI. Más de cuatro décadas de diferencia y unos 5,500 kilómetros de distancia.
Para establecer la comparación, el medio extrae declaraciones que ofrecieron autoridades en un encuentro desarrollado el 4 de marzo de 1984 en Chicago, para tratar la problemática de crimen organizado de ese entonces, y lo sorprendente de cómo encaja en la realidad actual de Centroamérica.
“El crimen organizado en Chicago toca prácticamente la vida o los medios de vida de todos. Y la evidencia demuestra que los tentáculos de la actividad de las pandillas en esta ciudad llegan al gobierno, los organismos de orden público, los sindicatos y otras funciones políticas, sociales y económicas legítimas”, declaró al comité el miembro del subcomité y senador William Roth, republicano de Delaware.
Además, cita una declaración escrita de William F. Roemer, exagente de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) y consultor de la Comisión Anticrimen de Chicago: “El crimen organizado no puede operar efectivamente en ningún lugar sin la connivencia de los funcionarios públicos. Esto incluiría oficiales de la policía, legisladores, jueces y dirigentes públicos claves. Creemos que en ningún lugar del país ha sido esto tan cierto como en Chicago.”
Como agregado, InSight Crime reseña breves pasajes de la vida de imponentes gánsteres: el famoso Al Capone, Sam “Mooney” Giancana, Anthony «Big Tuna» Accardo y los hermanos Michael y Anthony Spilotro. Todos integrantes del tenebroso Sindicato del Crimen de Estados Unidos.
El famoso gángster de Chicago, Al Capone, quien se hizo rico a costa del tráfico ilegal de alcohol en los años treinta.
Honduras, élites en el crimen organizado
A la relación de élite que pone a primera mano InSight Crime, se suma el tema de la violencia en el apartado de crimen organizado en Honduras.
«La violencia en el país es perpetrada por organizaciones criminales transnacionales, grupos locales de tráfico de drogas, pandillas y miembros corruptos de las fuerzas de seguridad, entre otros actores», describe.
Aunque considera que «si bien el crimen organizado desempeña un papel importante en esta violencia, actúa más como la gasolina que como el motor: le proporciona a un sistema ya corrupto el combustible necesario para funcionar. Este estudio sobre Honduras se centra en este corrupto sistema».
En el tema de violencia, la comparación entre Honduras y Chicago no cabe. Mientras en la ciudad de los vientos murieron 1,081 personas relacionadas al crimen organizado entre 1919 y 1983 -según estudios citados por InSight Crimen- en Honduras un poco más de 5,000 muertes violentas se registraron solo en el 2015. El gobierno maneja que siete de cada diez homicidos violentos están asociados al narcotráfico.
Pero el foco del análisis no se pierde de vista: las altas esferas hondureñas.
Considera que «tras esta forma de conexiones entre criminales y funcionarios estatales, que es la más evidente, existe otro tipo de corrupción aún más perversa. Ésta no acapara tantos titulares y es mucho más difícil de abordar, pues está integrada a los sistemas políticos, económicos y sociales del país».
«Opera en una zona gris, mezcla entidades legales e ilegales, empresas de papel y contribuciones de campañas políticas, y oculta sus actos ilícitos cooptando miembros del sistema de justicia y de las fuerzas de seguridad (…) Por supuesto, nos referimos a las conexiones entre las élites y el crimen organizado», subraya la investigación.
Así considera que «es en esta zona gris donde las élites también interactúan con el crimen organizado. Lejos de distanciarse de este tipo de actividades ilegales, las élites han operado en este ámbito desde hace mucho tiempo».
El estudio establece tres tipos de grupos criminales en el país. En la escala alta está el crimen organizado transnacional (COT) que usan Honduras como punto de tránsito y almacenamiento de droga, a criterio del medio.
En el segundo lugar están los grupos locales de transportistas. «Estos grupos están formados por familias hondureñas o redes de negocios muy estrechas que transportan bienes legales e ilegales a través del país. Trabajan de manera cercana con compradores y vendedores, así como con otras redes de transporte de Centroamérica y otras regiones», indica.
En tanto, establece que «el tercer tipo son los grupos criminales locales y las pandillas callejeras que operan en Honduras. Estos grupos están enfocados en actividades menos lucrativas, como la distribución local de drogas, la extorsión, el secuestro y el tráfico de personas».
Aunque este último no es tan rentable, la competencia por estos mercados criminales -en especial el tráfico local de drogas y la extorsión- ha convertido a Honduras en uno de los países más violentos del mundo, advierte el análisis.
Sin embargo, el crimen organizado transnacional y los transportistas son los grupos que mantienen mayor interacción con las élites hondureñas, afirmaInSight Crime.
Estudios de caso: Mata Ballesteros y Los Cachiros
El análisis posiciona a Juan Ramón Matta Ballesteros como el pionero de las actividades de transporte en Honduras, en los años setenta, a la vez que menciona su extensa de red con carteles en México y Colombia.
Del lado de México se conectó con el Cartel de Guadalajara, del cual se desprendieron los ahora conocidos carteles de Sinaloa, Juárez y Tijuana. Mientras que en tierra colombiana se le vinculó con grupos que posteriormente se convertirían en el Cartel de Medellín, dice la publicación.
A criterio de la revista, en Honduras, Matta Ballasteros se escudó e impulsó con la élite militar y Estados Unidos, pese a conocer de sus actividades, se hizo de la vista gorda por estar más interesado en el conflicto armado de los Contras vs los guerrilleros de Nicaragua.
«En 1985 todo cambió cuando el Cartel de Guadalajara, enfurecido por un operativo desplegado por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA por sus iniciales en inglés), el cual tenía como objetivo erradicar amplios terrenos de plantaciones de marihuana en México, secuestró y asesinó a Enrique Camarena, un agente de la DEA. La muerte de Camarena llevó a que el gobierno de Estados Unidos buscara hacer justicia», relata.
El blanco fue Matta Ballesteros, a criterio de InSight Crime. El resto de la historia es harto conocida: Lo interceptaron mientras corría en la mañana, lo capturaron, lo llevaron a República Dominicana y luego lo enviaron a Estados Unidos, donde fue condenado y aún paga una condena.
La supuesta red de influencias del hondureño Juan Ramón Matta Ballesteros.
Fue a comienzos del siglo XXI que se vivió otra oleada de narcoactividad. El estudio menciona, entre las organizaciones criminales de la época, a «los grupos de Chepe Luna en El Salvador y Honduras, el de José Miguel “Chepe” Handal Pérez en San Pedro Sula, el de la familia Valle Valle en Copán, el clan Zelaya en Atlántida, y la organización de Los Cachiros en Colón».
Justamente, Los Cachiros, conformado por la familia Rivera Maradiaga, son objeto del segundo estudio de caso, el cual menciona que este cartel se rozó con las élites transnacionales -Banco Continental-, tradicionales, burocráticas y sociales.
Es el vínculo con el Grupo Continental de la familia Rosenthal donde más detalles brinda. Después que Estados Unidos incluyera a la familia Rivera Maradiaga en la lista de narcotraficantes y lavadores de activos, el tiempo derivó en una sorpresiva consecuencia: el cierre de Grupo Continental.
De todos es conocida esta relación y la historia de la caída de uno de los mayores conglomerados en Honduras. La revista, por su parte, revela otros detalles de la época de apogeo de los Rivera Maradiaga.
De esta forma, coloca al general retirado Julián Pacheco, actual ministro de Seguridad, como ejemplo de la forma en que «se han entrecruzado estas élites burocráticas con Los Cachiros. Pacheco era el líder del batallón del ejército en Colón a comienzos de la década del 2000, cuando Los Cachiros estaban empezando a ganar relevancia».
«El gobernador en esa época era el ya mencionado Juan Gómez Meléndez. Pacheco tenía una relación cercana con Gómez, quien era el interlocutor del gobierno en la región en temas de seguridad. Ambos se reunían semanalmente, comentó Pacheco en una entrevista. Se mantuvieron en contacto después de que Pacheco pasó a otro cargo, si bien Pacheco afirma que se distanció del político hasta su asesinato en enero de 2015», reseña InSight Crime.
La relación de Los Cachiros con las élites transnacionales, burocráticas y sociales de Honduras, según Insight Crime.
¿Por qué las élites y los políticos acuden al crimen organizado? «Al final, el dinero sucio que ofrecen los grupos y empresas criminales ilícitos puede marcar la diferencia entre ganar y perder una campaña política, asegurar o no un contrato importante o una asociación de negocios, y conservar o perder una posición privilegiada en la sociedad hondureña», concluyen.