El presidente argentino, Alberto Fernández, se encontró hoy tras apenas seis meses en el cargo con el mismo problema que no pudo solucionar doce años atrás, cuando era el jefe de Gabinete de Cristina Kirchner: el mundo agropecuario se alió con sectores de las clases medias para salir a las calles a manifestarse en contra de la política de su gobierno, algo que ya sucedió en 2008 y complicó seriamente al kirchnerismo.
En el día que marcó el inicio del invierno en el hemisferio sur, decenas de miles de personas se repartieron en unas 70 ciudades de todo el país para reclamarle a Fernández que abandone su intención de expropiar Vicentín, la cuarta empresa agroexportadora del país. Al grito de «¡libertad! y reclamando el respeto al derecho de propiedad, los manifestantes confluyeron en el Obelisco, en el centro de Buenos Aires, y en la localidad Avellaneda, en la provincia de Santa Fe, sede de Vicentín. Otras ciudades del interior del país, entre ellas Córdoba, Rosario, Mar del Plata, Tucumán y Mendoza, fueron escenario de importantes protestas.
Vicentín tiene una deuda de unos 1.300 millones de dólares y se declaró incapaz de pagarla. El complejo agroexportador es clave para la economía de Argentina, uno de los principales productores agrícolas del planeta, y la posible desaparición de la empresa sería un problema social serio en la Argentina, un país que lleva dos años en recesión, crisis que se profundizó en medio de la crisis del coronavirus. Los dueños de Vicentín se oponen a la expropiación, y ese sentir se extendió rápidamente en el mundo agropecuario.