Los talibanes tocaron a su puerta una, dos, tres veces: finalmente la asesinaron por no haberles cocinado

Era el 12 de julio y los 15 guerreros talibanes estaban hambrientos y sedientos. Demandaban comida y agua. Mucha comida y mucha agua. Fueron el primer día y no consiguieron lo que habían ido a buscar. Lo mismo ocurrió el segundo. Y de igual forma el tercer día. Najia -de 45 años- sabía que ya no podría negarles alimentos y bebidas que era lo que los fundamentalistas demandaban de la mujer que llevaba adelante una familia pobre en un poblado precario en el norte de Afganistán, en la provincia de Faryab. Tenía cuatro hijos, entre ellos Manizha, su única hija mujer de 25 años que finalmente le abrió la puerta la cuarta vez que los islamistas llamaron.

“Mi madre les dijo: ‘Soy pobre, cómo se supone que les daré de comer?’. Los talibanes comenzaron a golpearla. Mi madre colapsó y la golpearon con sus armas AK47″, relató la joven, de acuerdo a lo publicado por la cadena de noticias CNN. Luego les rogó a los gritos que cesaran. Lo hicieron, pero uno de ellos activó una granada y la lanzó en una habitación contigua. La explosión inició una serie de llamas que provocó que todos dejaran la casa, menos Najia que yacía muerta por los golpes recibidos.

Los talibanes negaron que hubieran asesinado cruelmente a Najia en aquel pequeño pueblo del norte del país en crisis. Sin embargo, testigos de aquella provincia confirmaron la muerte de una mujer de 45 años a manos de los extremistas islámicos. También el incendio de su vivienda.

Otra mujer -vecina a Najia- confirmó a aquel medio norteamericano el hecho y contó el desesperado momento que viven en varios lugares de Afganistán. En su mayoría, las mujeres son viudas de soldados que sirvieron al anterior gobierno y que murieron combatiendo justamente a quienes ahora tomaron el poder. Deben vender leche de los animales que crían en sus casas, pero los talibanes no se lo permiten. “No tenemos hombres en casa, ¿qué vamos a hacer?”, se pregunta.

La mujer bajo el poder talibán

Las mujeres en Afganistán habían ganado algo de terreno en los últimos 20 años, cuando las fuerzas de ocupación extranjeras expulsaron a los talibanes de Kabul. Sin embargo, las peores pesadillas resurgen ahora que los fundamentalistas volvieron a tomar las riendas del país. Las mujeres suelen ser las principales víctimas del poder feudal y machista que imponen los hombres en todo el territorio bajo la rigurosa sharia islámica que impondrán a su paso.

En las últimas horas, los talibanes pretenden mostrarse abiertos a la posibilidad de aceptar a las mujeres dentro del nuevo esquema. “Respetaremos sus derechos”, ha prometido en diálogo con la BBC uno de los representantes en las negociaciones de paz con el Gobierno, Suhail Shaheen. Pero lo cierto es que parece sólo una forma de lavar su imagen: las mujeres desconfían y creen que la reforma de los talibanes no es realmente posible, ya que su ideología central es fundamentalista y misógina.

A medida que hoy los talibanes toman control de Afganistán, su guerra contra las mujeres amenaza con destruir nuevamente las vidas de profesionales, activistas, líderes comunitarias y políticas.

En 2001, con el fin del denominado Emirato Islámico, bajo el que no podían ni estudiar ni trabajar, entre muchas otras prohibiciones, las mujeres pudieron recuperar algunas de sus libertades. Es que los talibanes aplicaban entonces una estricta interpretación religiosa según la cual básicamente las mujeres no podían tener ningún tipo de vida pública, ocultas de los ojos de cualquiera que no fuese su marido o guardián varón. Los castigos ante el incumplimiento eran lapidaciones, mutilaciones y azotes.

Como apunta un informe de Amnistía Internacional, históricamente, los talibanes han aplicado políticas duras y discriminatorias contra las mujeres que las han excluido de la vida pública. Cuando los talibanes gobernaron el país, a las mujeres se les negaron derechos a la educación y el acceso a la atención médica, y su derecho a la libertad de circulación fue severamente restringido. Fueron sujetas a castigos severos y desproporcionados incluso para “infracciones” menores. Cualquier desviación de las reglas establecidas por el grupo podría ser sancionada a través de castigo corporal público, o incluso la pena de muerte o la ejecución pública. https://www.infobae.com/

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