Estados Unidos alcanzó este viernes las 50.031 muertes a causa de COVID-19, con al menos 870.468 casos confirmados de la enfermedad, que ha llevado a la reclusión hogareña a la mayor parte de la población y ha detenido la mayoría de las actividades económicas para evitar su propagación.
Según el recuento que realiza la Universidad Johns Hopkins, de Baltimore en Maryland, que recopila datos de fuentes oficiales y privadas, Estados Unidos contabiliza alrededor del 32 % de los 2.736.468 casos de infección con coronavirus de todo el mundo y ha sufrido el 26 % de las 192.135 muertes por el mal en el planeta.
La cifra de muertes por COVID-19 en Estados Unidos se aproxima al número de bajas sufridas por este país en los 10 años de la guerra en Vietnam, y es 16 veces más alta que el número de víctimas fatales causadas por los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
La ciudad de Nueva York, con más de 16.280 víctimas fatales, sigue siendo considerada como el epicentro de la enfermedad, por ser la zona golpeada más duramente por la pandemia.
El presidente Donald Trump y los gobernadores de unos pocos estados han estado presionando en la última semana por el comienzo de un retorno gradual de las actividades económicas, mientras que las autoridades sanitarias advierten del peligro de un aumento más acelerado en el número de casos que podría provocar una vuelta prematura a la normalidad.
Varios expertos en cuestiones de salud han indicado que las cifras oficiales de muertes subestiman la mortandad, ya que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés) solo cuentan los casos fatales en los cuales las pruebas de laboratorio han confirmado la presencia del coronavirus, en tanto que las autoridades sanitarias de cada estado tienen métodos diferentes para contabilizar las víctimas.
Por su lado, el gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, indicó que otro factor por el cual las cifras oficiales de víctimas fatales no reflejan la realidad es que las autoridades cuentan solo las muertes ocurridas en hospitales o residencias para ancianos y enfermos, sin tener en cuenta las que ocurren en los hogares.