“Nosotros los pueblos de las naciones unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra (…), a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas (…) hemos decidido unir nuestros esfuerzos para realizar estos designios. Por lo tanto, nuestros respectivos gobiernos (…) han convenido en la presente Carta de las Naciones Unidas, y por este acto establecen una organización internacional que se denominará las Naciones Unidas” (Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas).
El 26 de junio de 1945, tras 62 días de negociaciones, delegados de 50 países rubricaron en San Francisco la Carta de las Naciones Unidas. Todavía caían bombas en Europa, pero las potencias aliadas ya estaban pensando en el día después. Su triunfo en la Segunda Guerra Mundial era irreversible, así que no había razón para esperar a la firma de la paz.
Había otro motivo para el apuro. Todos los protagonistas de la época tenían en la cabeza el destino aciago de la Sociedad de las Naciones (SDN), el primer intento de construir una organización intergubernamental de escala global, que se fundó en enero de 1920. Fue una de las derivaciones del Tratado de Versalles, que pretendió zanjar definitivamente los conflictos que habían llevado a la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918).Portada de la Carta de las Naciones Unidas
Pero, como se sabe, el resultado fue exactamente el opuesto al buscado. Lejos de crear condiciones para una paz duradera, plantó algunas de las semillas que brotaron años más tarde, con el avance del nazismo y el estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945). Por eso, para los líderes de 1945 era prioritario evitar los errores del pasado y construir un ente supranacional que efectivamente contribuyera a consolidar un orden aceptable para vencedores y vencidos.
Pasaron 75 años y el mundo que se empezó a construir en San Francisco parece estar desmoronándose. La pandemia exacerbó una tendencia que lleva varios años: el avance de las soluciones nacionales a expensas de un multilateralismo cada vez más desacreditado, lo que afecta a todo el sistema de Naciones Unidas.
La ONU tuvo múltiples desafíos a lo largo de su historia. Una crisis como la actual puede ser menor comparada con la Guerra Fría. Pero aún en los momentos de mayor tensión, al menos en el eje Occidental existía un consenso en la necesidad de cierta cooperación supranacional. Es ese concepto el que hoy ponen en cuestión muchos líderes mundiales. Con una paradoja: por el alcance de la globalización, es probable que en ninguna otra época haya sido tan necesario fortalecer los mecanismos de coordinación.