Dante Beltramo es doctor en Bioquímica, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y del Centro de Excelencia en Productos y Procesos de Córdoba (Ceprocor), profesor titular de Biotecnología de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Católica de Córdoba y responsable del laboratorio de biociencias de Ceprocor. Pero fue luego de varios mensajes de WhatsApp posteriores a la entrevista vía Meet que hizo en exclusiva con Infobae, que accedió a compartir su currículum. “No me gusta hablar de mi persona”, se excusaba con la humildad que sólo tienen los grandes.
Dante Beltramo se emociona hasta las lágrimas al contar que es la primera vez que uno de sus proyectos “traspasa la mesada del laboratorio”. “Me emociona cada vez que me hacen un reporte de pacientes que estaban graves y que les dan el alta; la satisfacción de ver gente que se recupera no se paga con nada, créame”.
Es que Dante Beltramo, a sus 65 años recién cumplidos, jamás imaginó estar al frente de lo que podría terminar convirtiéndose en un tratamiento eficaz contra el COVID-19, una enfermedad que tiene al mundo en vilo y que ya causó la muerte de más de 725 mil personas alrededor de todo el planeta.
Con 100 pacientes con infección moderada a severa por SARS-CoV-2 que presentaban disnea e hipoxemia y que luego de recibir un tratamiento de uso compasivo de ibuprofeno inhalatorio experimentaron “una mejoría inmediata de los síntomas”, todas las miradas se dirigieron a la mente detrás de ese abordaje.
“La mayoría de las cosas terminan siendo no como uno las piensa sino como el destino lo decide”, aseguró a Infobae consultado sobre los orígenes de su tratamiento. Es que el hombre buscaba junto a su equipo “conseguir un sistema simple para minimizar la actividad de las bacterias que anidan en el pulmón de los pacientes con fibrosis quística”. “Estábamos tratando de encontrar una molécula simple y que pudiera combatir a las tres bacterias, y entre lo que discutíamos se nos ocurrió probar esta molécula de ibuprofeno, a la que había que hacerla soluble en agua para que sea accesible al pulmón -comenzó a explicar-. Y como nosotros trabajamos en el área de la nanotecnología lo que hicimos fue crear una nanoestructura del ibuprofenato sódico en una solución salina hipertónica con la que la pudimos estabilizar. Y la observación que hicimos fue que tenía capacidad para matar a las tres bacterias que más frecuentemente anidan en el pulmón”.El investigador del Conicet y del Ceprocor Dante Beltramo modificó la molécula del ibuprofeno haciéndola 100% soluble en agua para administrarlo en nebulizaciones (Shutterstock)
Entusiasmados con el hallazgo y habiendo publicado el trabajo científico que demostraba su logro. Así estaban Beltramo y su equipo cuando “apareció el coronavirus”. “Allí se replanteó todo, empezamos a preguntarnos si eso que mataba bacterias podría matar el virus e inmediatamente empezamos a ver si tenía la capacidad de inactivar virus y especialmente este tipo de virus con cubierta lipídica dentro de los que está el SARS-CoV-2 -puntualizó el investigador-. Tomamos cuatro o cinco modelos porque lógicamente no tenemos el material genético original de este virus y vimos en los ensayos que funcionaba muy bien”.
Ahí, según él, es cuando dejó de pensar como químico y empezó a pensar como médico. “La visión del químico está muy sesgada hacia la reproducción de los resultados en el laboratorio; el médico es quien trata con el paciente y con las patologías complejas, por eso decidimos incorporar médicos al equipo”, contó. “En el comienzo no había un entendimiento de la patología como hay ahora. Es una infección viral que desencadena todo un mecanismo, que se fue descubriendo a lo largo del tiempo, pero lo que sí se sabía desde el inicio es que había un proceso inflamatorio severo, que hacía que los pacientes llegaran a situaciones extremas”.
En ese punto, Beltramo tenía “una formulación con propiedades bactericidas que habían sido demostradas inicialmente, propiedades viricidas que se descubrieron después y por supuesto no se le podía negar al ibuprofeno su principal y más importante propiedad, que es la de ser antiinflamatorio”.
“Sabemos que esta formulación tiene in vitro capacidad para inhibir el virus, que tiene un PH ligeramente alcalino y que tiene propiedades antiinflamatorias”, analizó el investigador. Y profundizó: “Las infecciones por SARS-CoV-2 se sabe que ocurren cuando hay interacción de la proteína del virus y la proteína de la membrana en un PH ácido -y que si se le da un medio alcalino disminuye la propiedad de interacción y nuestra formulación tiene un medio alcalino-, segundo, el hecho de que la nanoestructura del ibuprofeno se intercala en la membrana y puede eliminar al virus y tercero que la literatura sobre el tema habla de que el virus para replicarse en el interior de la célula usa una proteína que es la actina -las referencias bibliográficas dicen que el ibuprofeno controla los estados estructurales de la actina-. Entonces teníamos tres variables sobre las cuales podríamos pensar en una primera etapa, pero lo más importante es su potencial gran capacidad antiinflamatoria”.Play
Además, Beltramo puntualizó que “el doctor (Andrei) Onischuk en su laboratorio ya había demostrado en un ensayo con ratas, con una formulación no acuosa sino con una nanoestructura más grande que si el ibuprofeno se hace ingresar directo al pulmón tiene la propiedad de inhibir la liberación de citoquinas”. “Su propiedad antiinflamatoria es mil veces más activa que si se da en la forma oral; al llegar directo al pulmón ejerce un mayor efecto en menor tiempo”.
Y eso fue lo que empezaron a observar en los pacientes tratados, primero en el marco del estudio que espera la aprobación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) y luego, haciendo uso de lo que se conoce como “tratamiento compasivo extendido” y que ya fue administrado a 100 personas en Córdoba, Buenos Aires y Jujuy.
“Los pacientes entran al tratamiento con 80% de saturación de oxígeno, que es un valor muy riesgoso y la recuperación de la capacidad de oxígeno luego de dos nebulizaciones vuelve los valores a 96/98% de saturación”, precisó Beltramo.
Y tras asegurar que “lo que se observa es un efecto rápido y que los pacientes se empiezan a sentir bien en forma casi inmediata”, explicó con qué criterio eligen los pacientes a tratar: “Luego de los primeros estudios vimos que se podía aplicar en pacientes con bajos niveles de saturación, alta frecuencia cardiaca, en lo que podría considerarse un paso intermedio a un cuadro mucho más grave. Tal vez si lo usáramos al inicio del cuadro andaría muy bien por las propiedades que decíamos antes, pero en esa etapa uno no puede identificar bien quién es el paciente que va a evolucionar bien y para demostrar su eficacia había que probarlo en pacientes con baja y sostenida saturación de oxígeno y con alta frecuencia cardiaca”.
Esos fueron los pacientes en los que se empezó a probar, por eso es que los especialistas decidieron llamarlo “terapia de rescate” con un objetivo concreto: mostrar que esta formulación busca resolver el cuadro en la fase clínica previa a que el paciente llegue al respirador.
“Estamos esperando poder expandir su uso”«Sabemos que esta formulación tiene in vitro capacidad para inhibir el virus, que tiene un PH ligeramente alcalino y que tiene propiedades antiinflamatorias» (Ceprocor)
“Para hacer todo legal, estamos a la espera de una respuesta de la Anmat, que tengo entendido que debiera haber llegado ayer viernes, ante la primera presentación para poder iniciar la llamada fase 2 -explicó el investigador-. En realidad, lo primero que hemos podido demostrar en todo este estudio, es que la formulación es inocua, o sea, que no tiene efectos colaterales severos adversos”.
Y luego de puntualizar que “lo único que da cuando se nebuliza a un paciente en esta condición es que puede hacer estornudar, a raíz de que puede irritar y picar la nariz o garganta”, aclaró que debieron lidiar con esa “contra” del tratamiento. “La recomendación de la Organización Mundial de la Salud y las sociedades de virología es no nebulizar en personas con infecciones en el tracto respiratorio superior para no contagiar al médico que atiende, por lo que rápidamente el laboratorio diseñó una escafandra que cubre al paciente desde los hombros y tiene una salida a partir de la que se aspira todo el aire que el paciente exhala cuando se nebuliza, el cual pasa por un filtro de bioseguridad por el que nada de lo que el paciente exhala queda expuesto al medio”.
“Es tremendamente relevante el trabajo que hacen los médicos en esta etapa. Uno llega hasta un punto y después le entrega la potestad para que hagan y son ellos quienes van a trabajar con las personas -reconoció-. Si ellos no hubieran tomado la decisión de acompañar el proyecto esto hubiera quedado en la mesada de un laboratorio”.
El otro punto importante -para Beltramo- “es que hubo un laboratorio de Córdoba que en su afán de innovación tomó el proyecto a costa de que podría haber resultado un fracaso, como en la mayoría de los casos”.