Más de cien árboles de pino fueron talados para crear una alfombra natural que adornó el evento en el cual la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, junto con su Consejo Nacional de Defensa y Seguridad, declaró el estado de Emergencia Ambiental de los Bosques de Honduras. El objetivo del evento era proclamar la defensa de las áreas protegidas y las zonas productoras de agua del país. Sin embargo, la paradoja de utilizar recursos naturales de manera destructiva para un evento supuestamente enfocado en la conservación no ha pasado desapercibida.
El gobierno, en un intento por mitigar la crisis ambiental, aprobó una inversión de emergencia de 19 mil millones de lempiras. No obstante, esta cuantiosa suma ha suscitado dudas y escepticismo entre la ciudadanía y expertos en medio ambiente, quienes temen que los fondos no sean invertidos de manera transparente y correcta. La desconfianza se acrecienta al considerar el manejo inconsistente de los recursos naturales, ejemplificado por la tala indiscriminada de pinos para una alfombra de un solo uso.
La declaratoria de emergencia ambiental, que debería simbolizar un compromiso firme con la protección de los bosques, se ha visto empañada por la ironía de la situación. La imagen de los funcionarios, incluyendo a la presidenta, posando sobre una alfombra de pinos talados, ha sido percibida como un símbolo de la contradicción y la hipocresía. ¿Cómo puede un gobierno predicar la conservación mientras participa activamente en la destrucción de los mismos recursos que dice proteger?
El evento que debería haber sido un paso adelante en la lucha por la preservación de los bosques de Honduras ha revelado, en cambio, una alarmante desconexión entre el discurso y la práctica gubernamental. Es hora de que las palabras se traduzcan en acciones consistentes y efectivas que verdaderamente protejan el patrimonio natural del país.