La policía de París y activistas se enfrentaron el sábado al cumplirse el primer aniversario del movimiento de los chalecos amarillos contra políticas gubernamentales consideradas favorables a las clases altas.
En un día de manifestaciones más bien pacíficas en Francia, hubo algunos incidentes violentos en la capital a los que la policía puso fin con gases lacrimógenos y cañones de agua.
El jefe de la policía de París, Didier Lallement, denunció a las “personas que vinieron no a defender una causa, sino a destruir cosas” y condenó los “ataques contra las fuerzas de seguridad, pero también contra los bomberos”.
La policía usó gas lacrimógeno mientras los manifestantes intentaban romper los cristales de un centro comercial. Se vio cómo algunos arrojaban piedras a la policía y prendían fuego a varios vehículos, botes de basura y otro equipo urbano en la Place d’Italie, en el sureste de la capital.
Lallement señaló que la mayoría de los manifestantes marchaban en un ambiente “bastante sereno” en otra manifestación del noroeste de París a la Plaza de la Bastilla, en el este de la capital.
La policía había detenido a 105 personas a la tarde y 71 más fueron multadas por manifestarse en áreas prohibidas. Todas las protestas están prohibidas en un gran perímetro de la ciudad, incluidos la avenida Campos Elíseos, el palacio presidencial y ambas cámaras del parlamento.
Las protestas en París forman parte de las acciones programadas en toda Francia, especialmente en las carreteras donde surgió el movimiento en noviembre de 2018 en respuesta a los planes del gobierno de elevar los impuestos a los combustibles.
Algunos manifestantes en París llevaban los llamativos chalecos amarillos que, por ley, deben llevar todos los conductores en sus autos y que dan nombre al movimiento. Otros iban vestidos totalmente de negro y llevaban la cara cubierta con máscaras antigás.
Corentin Pihel, de 28 años, viajó desde Montpellier a París para celebrar el aniversario del movimiento este fin de semana.
Pihel, que entonces era un estudiante en apuros, se sintió identificado con el objetivo de las protestas y se unió dos semanas después de su inicio.
“Al principio pensaba que el movimiento tenía mucho sentido, movilizarse desde las bases para mejorar el poder adquisitivo”, señaló. “Pero después amplió su mensaje para convertirse en algo mucho más grande: la gente sólo quiere vivir. Y sentí una solidaridad real”.
El año pasado, las protestas derivaron en un estallido de ira a nivel nacional por la percepción de injusticia económica y social, dirigido especialmente al centrista Macron.
El presidente retiró la propuesta de subir los impuestos a los combustibles y ofreció 10.000 millones de euros (11.000 millones de dólares) en medidas para abordar las preocupaciones de los manifestantes.-AP