Desmienten mitos sobre el Golpe de Estado: Manuel Zelaya y Xiomara Castro, al descubierto

En una reveladora columna del diario hondureño *La Tribuna*, el reconocido columnista Otto Martín Wolf desmonta las versiones distorsionadas de Manuel Zelaya y su esposa Xiomara Castro respecto a los eventos ocurridos la noche del 28 de junio de 2009, durante el controvertido Golpe de Estado.

Bajo el título «La verdad sobre la noche del 28 de junio, 2009», Wolf expone con claridad cómo el expresidente Manuel Zelaya y su esposa han falseado la historia. Contrario a las afirmaciones de los Zelaya-Castro, el columnista asegura que no hubo un violento desalojo de Zelaya de su residencia. «Al presidente Zelaya se le permitió vestirse apropiadamente con traje y corbata, llevar sus tarjetas de crédito y algunos artículos personales», revela Wolf en su artículo.

Una de las afirmaciones más impactantes es la refutación de que se dispararon balas durante el operativo. «No se disparó una sola bala en todo el operativo», afirma categóricamente el columnista, desacreditando la versión de que Zelaya fue sacado a la fuerza entre disparos.

Además, la columna expone que Manuel Zelaya hizo un uso extravagante de fondos públicos mientras denunciaba el golpe alrededor del mundo. Según *La Tribuna*, Zelaya despilfarró más de 80 mil dólares en los primeros días tras el golpe, utilizando tarjetas de crédito de la Casa Presidencial.

«La leyenda de Mel y Xiomara que lo sacaron en pijama, queda hoy al descubierto como toda una farsa. No hubo disparos, no hubo pijamas, esa es la verdad histórica», concluye Wolf en su columna, desafiando las narrativas mantenidas por los Zelaya-Castro durante años.

Aquí el contenido íntegro de la columna:

La verdad sobre la noche del 28 de junio, 2009

Si bien es cierto que lo deseable hubiera sido que el presidente de Honduras electo para el período 2006-2010 hubiese cumplido su período sin mayores contratiempos, también es importante –quizá de una vez por todas y para siempre– que se diga la verdad de lo que ocurrió esa noche en el año 2009 y el llamado golpe de Estado.

Recordarán muchos que el entonces presidente Zelaya trató por todos los medios de introducir la llamada Cuarta Urna como parte del proceso electoral que se realizaría apenas unos meses después.

Para financiar esa operación se sustrajeron del Banco Central (sí, en una carretilla) cuarenta millones de lempiras.

El presidente Zelaya se enfrentó al Congreso Nacional –presidido por alguien de su propio partido– y a la Corte Suprema de Justicia, además del Tribunal Supremo de Elecciones, instituciones que defendían la Constitución de la República que establece –entre otros preceptos– que no se pueden llevar a cabo consultas populares de ninguna clase 180 días antes y 180 días después de las elecciones generales, mucho menos durante las mismas.

El presidente Zelaya ordenó la impresión de las fórmulas para esas consultas, la cual se llevó a cabo en Venezuela y que, siguiendo órdenes de los tribunales competentes fueron decomisadas y puestas a resguardo en las instalaciones de la Fuerza Aérea cercanas al aeropuerto Toncontín.

El presidente Zelaya dejó el despacho presidencial y se dirigió, al frente de una turba de simpatizantes a quienes permitió el ingreso y el “rescate” de las papeletas, dispuesto contra viento y marea a seguir con su proyecto de la Cuarta Urna.

¿Qué se consultaría al pueblo? Nada menos que si estaba de acuerdo en instalar una Asamblea Nacional Constituyente, lo que –sin duda– invalidaría el resultado electoral.

Esos fueron los antecedentes.

Veamos ahora qué ocurrió –de verdad– la noche del 28 de junio de 2009.

De acuerdo a la Constitución, el presidente cesó en sus funciones en el mismo instante en que trató de pasar por encima de la Constitución, pero dejemos que los analistas legales hablen sobre eso.

La noche del 28 de junio militares fuertemente armados se apersonaron en la casa del presidente, lo detuvieron, lo llevaron al aeropuerto Toncontín y lo montaron en un avión con destino a Costa Rica.

No se disparó una sola bala en todo el operativo. No hubo pijamas.

Al presidente Zelaya se le permitió vestirse apropiadamente, con traje y corbata, llevar sus tarjetas de crédito y algunos artículos personales.

El avión aterrizó en Costa Rica y permaneció en el aeropuerto Juan Santamaría durante algún tiempo mientras el gobierno tico decidía qué hacer.

Durante ese período de indecisión, el presidente se despojó de saco, camisa y corbata quedando en camiseta (T shirt) no en pijamas. La prueba está en que los pantalones que vestía corresponden a los de un traje formal, no de un conjunto de pijamas, hay suficientes fotografías y filmados que lo demuestran.

Lo demás es historia, incluyendo que durante los primeros días y utilizando las tarjetas de crédito del gobierno, el presidente gastó más de 80 mil dólares.

Siguiendo con el cronograma electoral se llevaron a cabo las elecciones en la fecha señalada y el cambio de poder al nuevo mandatario electo también se realizó de acuerdo a la ley.

Esa información la obtuve de primera mano unos cuantos días después, de gente que participó en todo el evento y ubicada en el más alto nivel, tanto en Honduras como en Costa Rica.

No hubo disparos, no hubo pijamas, esa es la verdad histórica.

Desgraciadamente tampoco hubo fotografías de nada, incluyendo las de la supuesta balacera la noche de los acontecimientos.

Nadie tomó fotos de los agujeros de las balas supuestamente dejados durante el asalto a la casa del presidente. A nadie se le ocurrió filmar o fotografiar nada, un gran error histórico y quizá hasta legal.

¿Por qué nadie ha relatado la verdad de lo que ocurrió esa noche?

No tengo idea, quizá por la misma razón por la cual yo no lo he hecho hasta ahora, son detalles del pasado a los que no hay que poner mucha atención, lo importante siempre ha sido mirar hacia el futuro.

Lo que hicieron está hecho, no hay regreso. Hay que caminar viendo hacia adelante y dejar el pasado ahí precisamente.

En todo caso, si de verdad hubo un golpe de estado, ese delito no prescribe nunca, sería correcto llevar a los responsables ante los tribunales y que sean juzgados de acuerdo a la ley, teniendo en cuenta que también deberán de enfrentarlos aquellos que pretendían realizar la consulta popular “Cuarta Urna” declarada ilegal.

Eso sí, no debemos olvidar que la ambición de algunos permanece por siempre, como dijo el dictador ruso Joseph Stalin, “la enfermedad del poder se cura sólo con la muerte”.

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