Durante la homilía dominical celebrada en la Basílica Menor Nuestra Señora de Suyapa, el padre Carlo Magno Núñez, se preguntó si estamos viviendo la vida, la solidaridad, la comprensión del otro, aunque piense distinto que yo, estamos viviendo la hermandad, o como dice el papa Francisco, estamos vivienda la cultura del encuentro, o entre más lejos de los problemas de los demás, mejor, estamos viviendo la hora del cambio en nuestras vidas.
Jesús explica todo esto con una pequeña parábola: “si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo, pero si da muchos frutos da vida, Él mismo se refiere a su muerte y quiere decir que no se puede producir vida sin dar la propia, quiere decir que la vida es fruto del amor”.
La vida no puede brotar si no hay verdadero amor, Jesús es el mismo grano de trigo, que al matar y en tierra, Jesús es el trigo del amor, que muere como semilla fecunda, vida que triunfa de la muerte.
En la imagen no afirma que tenemos que vivir la opción del amor verdadero, Él nos da vida, por tanto, Él opta por la vida para nosotros, opta por vivir el amor verdadero para que nosotros vivamos en ese amor verdadero, morir para dar fruto, es dejar de aferrarnos a nuestra falsa seguridad, el tener el poder, para seguir haciendo de las suyas, que se aferran del poder, no para servir al prójimo, como dice la doctrina social de la iglesia, el arte de la política es para servir y no para servirse, pero aquí entienden lo contrario, aferrarse al poder, el aparentar ser bueno, aunque por dentro sean lobos feroces”.
Solo es posible dar fruto del amor y de la luz que brota en nuestros corazones, si llevamos a Cristo el amor verdadero y sostenidos por Él, vamos a ser lo mismo que el grano de trigo que cae en tierra, pero da vida.
Más adelante, refirió que Jesús también en su respuesta a los discípulos, les dijo que “el que se ama así mismo, se pierde, el que se aborrece así mismo en este mundo se guarda para la vida eterna”, qué quieren decir estas palabras, quiere decir que dar la propia vida es la suprema medida del amor y esa no es la pérdida para nadie, sino su máxima ganancia, quiere decir que vivir de manera egocéntrica es perder lo mejor de la vida.
Jesús no menosprecia la vida, sino todo lo contrario, quiere decir que cuando vivimos plenamente logramos esa plenitud de vida a la que estamos llamados, ahora mi alma está agitada, Jesús se siente nervioso, se da cuenta de que su vida llega al final, es un momento en que Jesús se siente triste, Jesús no es un estoico, no va a la muerte con una sonrisa en sus labios, le asalta la tentación de pedir, sálvame, no permitas la cruz, dame vida en tan apremiante invocación, se percibe un preludio de la conmovedora oración del Getsemani cuando al experimentar el drama de la soledad y el miedo lo vemos implorando al padre que aleje de él la prueba terrible el padre le hace sentir el consuelo y la fortaleza.
Dice el texto: vino una voz del cielo que decía lo he glorificado y lo volveré a glorificar, la voz es signo de la presencia del padre, en este momento dramático de su vida, esta voz solo la oye Jesús en el interior de su corazón, los demás creyeron que era un trueno, es como si el padre le dijera, eres mi hijo estoy contigo, tu muerte será el principio de la nueva vida, será una luz, que no será nunca apagada.