Una vez más, el Congreso Nacional demuestra que hay tiempo para todo, menos para lo que realmente importa: legislar. Este lunes, el vicepresidente del Congreso, Hugo Noé Pino, anunció que esta semana no habrá sesiones legislativas y que el trabajo se reanudará hasta el martes 19 de noviembre. Una pausa que, según el diputado, responde a las solicitudes de los partidos políticos para «presentar las planillas» y cumplir con los requisitos adicionales antes de las elecciones. Sin embargo, no es la primera vez que el Legislativo se toma un descanso en un momento crucial, y lo que llama la atención es que el tiempo de los diputados siempre parece extenderse para cualquier cosa menos para cumplir con su principal deber: aprobar leyes que beneficien a la población.
Mientras el país enfrenta desafíos económicos y sociales urgentes, los diputados del Congreso Nacional se ausentan una vez más del pleno, en lo que ya se ha convertido en una costumbre: tomar largas pausas en su trabajo, especialmente durante los períodos previos a elecciones. Noé Pino justificó la inactividad con la excusa de que los partidos políticos necesitan este tiempo para realizar las inscripciones y correcciones de sus planillas. No cabe duda de que las elecciones son un evento importante, pero la pregunta es ¿por qué esta necesidad de tiempo adicional nunca parece estar dirigida a las discusiones que verdaderamente afectan a la ciudadanía?
El mismo vicepresidente del Congreso, en su intervención, defendió el presupuesto general del gobierno y apeló a la responsabilidad de las bancadas opositoras, pidiendo que no se adelanten a rechazar el presupuesto antes de analizarlo. A pesar de su llamado a la responsabilidad, Pino olvidó mencionar que el verdadero trabajo de los diputados debería ser legislativo, no solo aprobar un presupuesto entre críticas partidarias y disputas políticas.
Lo que parece ser una constante en este Congreso es que los legisladores tienen tiempo para llenar vacíos administrativos, presentar planillas o responder a presiones políticas, pero no para debatir, legislar ni tomar decisiones a favor de los sectores más vulnerables del país. La realidad es que los hondureños siguen esperando leyes que promuevan la justicia social, la transparencia y el desarrollo económico, mientras que los diputados disfrutan de un tiempo que parece ilimitado para todo menos para cumplir con su deber legislativo.
Al final del día, las pausas interminables, las sesiones suspendidas y las justificaciones políticas solo contribuyen a la desconfianza de la ciudadanía hacia sus representantes. Los diputados siguen cobrando sus salarios sin ofrecer resultados concretos, mientras el país sigue esperando que el Congreso deje de ser un espacio de trámites y comiencen a trabajar de verdad. La pregunta sigue siendo: ¿cuándo se pondrán a trabajar seriamente en lo que realmente importa para el futuro de Honduras?