El frío arrecia y Buenos Aires está repleta de carteles de «se cierra» o «liquidación». Incluso, con humor negro, alguien pegó en el escaparate uno que dice «cierre por aniquilación». Son días duros sobre el Río de la Plata, donde sólo resta el anuncio oficial, porque nadie duda en Argentina de que llegó el momento de la marcha atrás. Tras una cuarentena que superó ya los cien días, el área metropolitana de Buenos Aires -un conglomerado urbano de 15 millones de personas- regresará a una versión más estricta del confinamiento para intentar frenar el crecimiento de los casos de Covid-19.
Argentina es un país partido en dos. En casi todas las provincias hay muy pocos casos, por eso rige en ellas el distanciamiento social obligatorio, una versión moderada de la cuarentena iniciada el 20 de marzo. Las semanas más crudas del invierno argentino son las de junio, julio y agosto, y esa pura obviedad de toda la vida es este año motivo de escalofríos para gobernantes y gobernados, que ven como los casos de Covid-19 han saltado del rango de los 800-900 por día a principios de junio hasta los casi 2.300 solo tres semanas después.