La creciente tensión en redes sociales ha puesto en alerta a sectores de la sociedad hondureña, tras conocerse la preocupación del reconocido filántropo japonés Shin Fujiyama por su seguridad y la de su familia. Fujiyama, quien ha trabajado por más de dos décadas en proyectos educativos en comunidades vulnerables de Honduras, ha sido blanco de una campaña de desinformación y mensajes de odio que se ha intensificado en las últimas semanas.
El caso ha generado debate, no solo por los ataques en sí, sino por el contexto en el que ocurren, considerando que el influencer ha sido objeto de señalamientos desde algunos sectores vinculados al actual gobierno, lo que ha alimentado la polémica en plataformas digitales. Aunque no se señala directamente a ninguna figura oficial, el ambiente ha sido propicio para la proliferación de perfiles falsos que amplifican ataques personales y cuestionamientos infundados sobre su labor.
Durante una entrevista reciente, Fujiyama relató cómo empezó a notar un cambio drástico en la percepción pública:
«De repente, comencé a ver comentarios negativos de odio en contra de mí. Me pregunté si Honduras me había dejado de querer».
Posteriormente, detectó que gran parte de los ataques provenían de una sola fuente que estaría utilizando múltiples cuentas falsas para difundir información falsa y perjudicar su imagen. El activista expresó su pesar por la situación, pero también su deseo de paz hacia quienes lo atacan: «Yo le deseo lo mejor a esa persona. Cuando hay mucho odio en el corazón, significa que esa persona ha sufrido mucho».
Continúa su labor pese a las amenazas
A pesar del difícil momento, Fujiyama ha manifestado que no abandonará su labor humanitaria, aunque admitió que teme por su vida. «Tengo que cuidar a mi familia, a mi hijo, pero voy a seguir adelante», dijo con determinación.
En medio de este clima tenso, el también creador de contenido reafirmó su compromiso con la transparencia. A través de un video en su canal de YouTube, presentó un informe detallado de los avances en la construcción de escuelas en Honduras, financiadas con los fondos recaudados durante su reto de correr 3,000 kilómetros desde México hasta territorio hondureño.
El informe incluye montos recaudados, inversiones realizadas y el progreso físico de las obras, lo que ha sido bien recibido por muchas personas que siguen y apoyan su causa.
Con más de 20 años de trabajo continuo, Fujiyama se ha ganado el cariño de miles de hondureños. Su esfuerzo por mejorar el acceso a la educación en zonas rurales del país ha sido ampliamente reconocido, especialmente entre comunidades que ahora cuentan con escuelas dignas gracias a su gestión.
El caso pone nuevamente sobre la mesa la necesidad de promover un clima de respeto en el debate público y la protección a quienes, desde la sociedad civil, contribuyen al desarrollo del país.