A pocas horas de la Navidad, el Hospital Escuela de Honduras reportó una ocupación que supera el 100%, colapsando sus servicios ante la creciente ola de emergencias, la mayoría derivadas de accidentes viales provocados por el consumo de alcohol. Esta situación pone en evidencia una de las mayores tragedias silenciosas de nuestra sociedad: el impacto devastador que tiene el alcohol en la seguridad vial y en la salud pública.
Miguel Osorio, portavoz del principal centro asistencial del país, detalló que la mayoría de los ingresos son resultado directo de conductores que, bajo los efectos del alcohol, ponen en riesgo sus vidas y las de los demás. Este patrón recurrente de accidentes en fechas festivas refleja un problema estructural que, a pesar de las campañas de concientización, sigue sin ser abordado con la seriedad que requiere.
El hospital ha preparado 800 unidades de sangre y mantiene el Banco de Sangre abierto durante Navidad, una medida de emergencia para enfrentar la demanda de atención a víctimas de accidentes. Sin embargo, esta respuesta reactiva no debería ser la solución. La prevención es el camino a seguir, y esto solo se logrará cuando se logre frenar el consumo irresponsable de alcohol, que sigue siendo un factor determinante en los accidentes que saturan los hospitales.
Es urgente que como sociedad, y especialmente como gobierno, se tomen medidas más drásticas para reducir el consumo de alcohol en las calles, especialmente durante las festividades. Las señales de tránsito, los controles de alcoholemia y las sanciones deben ser más estrictos, y las campañas educativas sobre los peligros de manejar borracho deben intensificarse. No es suficiente con ofrecer respuestas en las emergencias si no se combate de raíz el problema.
El alcohol, aunque socialmente aceptado, se ha convertido en un enemigo invisible que cobra vidas y colapsa los servicios de salud cada vez que la gente decide conducir bajo sus efectos. Las fiestas navideñas no deben terminar en tragedias evitables. Es hora de cambiar el enfoque y dar prioridad a la seguridad y a la vida de las personas, no solo en las emergencias, sino antes de que sucedan.