El exdiputado del Partido Libertad y Refundación (Libre), Carlos Zelaya, fue visto recientemente en el Aeropuerto Internacional de Palmerola, generando revuelo en redes sociales. Fotografías y videos muestran al hermano del expresidente Manuel Zelaya caminando relajadamente por los pasillos del aeropuerto, vestido con jeans y una chamarra azul. Sin embargo, su presencia no solo despierta curiosidad, sino también serias interrogantes sobre la cultura de impunidad que impera en Honduras.
Esta es la segunda ocasión en la que Zelaya se deja ver públicamente desde la divulgación de un polémico video en el que se le observa negociando fondos para su partido y su hermano durante la campaña electoral de 2013. A pesar de las graves acusaciones que pesan sobre él, su vida parece transcurrir sin sobresaltos ni repercusiones legales significativas. La última vez que fue visto antes de este incidente fue en una reunión del Movimiento «28 de junio», lo que refuerza la percepción de que su círculo político sigue intacto.
La impunidad en casos de corrupción y delitos relacionados con el narcotráfico ha sido un tema recurrente en Honduras, alimentando la desconfianza de la ciudadanía hacia sus instituciones. La reaparición de figuras como Zelaya, que operan al margen de la ley y continúan disfrutando de libertad de movimiento y apoyo político, es un claro indicativo de que la justicia aún no se ha manifestado de manera efectiva.
En un contexto donde la población clama por transparencia y justicia, la falta de acciones concretas contra aquellos involucrados en escándalos de corrupción y narcotráfico plantea serias dudas sobre la voluntad del sistema judicial hondureño. La figura de Carlos Zelaya es un recordatorio de que, mientras algunos ciudadanos enfrentan severas consecuencias por delitos menores, otros parecen estar exentos de la justicia, perpetuando un ciclo de impunidad que erosiona la confianza en el gobierno y sus instituciones.