Cultivar la tierra no es nada fácil en Gracias a Dios, una región pantanosa de la costa caribeña de Honduras, donde la gran riqueza natural contrasta con las difíciles condiciones y pobreza de sus habitantes. Sobreponiéndose a esas dificultades, comunidades indígenas de la zona buscan dar vuelta a la situación apelando a la agricultura sostenible, la pesca artesanal y las prácticas ancestrales.
Rosa Haylock Lemoth, de 65 años, es una de las líderes de un grupo de mujeres indígenas miskitas en Palkaka, un poblado de unos 900 habitantes en Gracias a Dios, donde en jornadas de mañana y tarde, la segunda para hacer riego, atienden el huerto familiar, eso sí, sin dejar los otros quehaceres domésticos.
«Antes teníamos otra iniciativa, pero no mirábamos resultados como este, que es un proyecto en el que ya tenemos producción y hemos cosechado pepinos, que ya le dejaron un ingreso a nuestra organización», subraya Rosa a EFE, mientras muestra su huerta, en la que también está cosechando sandías y calabazas, para el consumo propio y para vender los pocos excedentes.
Las mujeres de Palkaka cultivan tomate, chile, pepino, calabaza, sandía, naranja, aguacate y limón, entre otros vegetales y frutas, cuyas semillas e instrumentos de labranza y métodos para el uso de fertilizantes orgánicos, que ellas mismas preparan, los obtuvieron de la ONG española Ayuda en Acción.
Esta iniciativa forma parte del Proyecto Mejorando los Medios de Subsistencia de los Pueblos Indígenas Miskitos, que desde 2021 apoya el Banco Mundial, con financiación proporcionada por el Fondo de Desarrollo Social de Japón y que implementa Ayuda en Acción.