Estados Unidos completó el lunes su retirada de Afganistán, poniendo fin a la guerra más larga de la nación norteamericana y cerrando un capítulo de la historia militar que probablemente será recordado por los colosales fracasos, las promesas incumplidas y una frenética salida final que costó la vida a más de 180 afganos y a 13 militares estadounidenses, algunos de ellos apenas mayores que la guerra.
Horas antes de la fecha límite fijada por el presidente Joe Biden para cerrar el último puente aéreo y poner así fin a la guerra de Estados Unidos, aviones de transporte de la Fuerza Aérea sacaron del aeropuerto de Kabul al contingente restante de tropas. Miles de soldados habían pasado dos semanas angustiosas protegiendo el apresurado y arriesgado puente aéreo para decenas de miles de afganos, estadounidenses y otras personas que intentaban escapar de un país gobernado de nuevo por los militantes talibanes.
Al anunciar la finalización de la evacuación y del esfuerzo bélico, el general Frank McKenzie, jefe del Comando Central de Estados Unidos, dijo que los últimos aviones despegaron del aeropuerto de Kabul a las 15:29, hora de Washington, o un minuto antes de la medianoche en Kabul. Añadió que varios ciudadanos estadounidenses, posiblemente “unos cuantos cientos”, continúan en Afganistán y que cree que aún podrán salir de la nación.
Biden dijo que los mandos castrenses estaban unánimemente a favor de poner fin al puente aéreo, no de prolongarlo. Afirmó que pidió al secretario de Estado Antony Blinken que se coordine con los socios internacionales para hacer que los talibanes cumplan su promesa de brindar un paso seguro a los estadounidenses y a otras personas que quisieran marcharse en los próximos días.
El aeropuerto se había convertido en una isla controlada por Estados Unidos, un último bastión en una guerra de 20 años que cobró la vida de más de 2.400 estadounidenses.
Las últimas horas de la evacuación estuvieron marcadas por un intenso drama. Las tropas estadounidenses se enfrentaron a la monumental tarea de llevar a los últimos evacuados a los aviones al tiempo que debían prepararse a sí mismos y sus equipos para salir, incluso en momentos en que se mantenían alertas ante cualquier amenaza — y al menos dos atentados consumados — por parte de la filial del grupo Estado Islámico en Afganistán. Un ataque suicida el 26 de agosto cobró la vida de 13 militares estadounidenses y alrededor de 169 afganos.
La retirada definitiva cumplió con la promesa de Biden de poner fin a lo que describió como una “guerra eterna” que comenzó en respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001, en los que murieron casi 3.000 personas en Nueva York, Washington y la zona rural de Pensilvania. Su decisión, anunciada en abril, reflejaba el cansancio de la nación por el conflicto de Afganistán. Ahora se enfrenta a la condena en su país y en el extranjero, no tanto por poner fin a la guerra, sino por la gestión de una evacuación final que se desarrolló en el caos y suscitó dudas sobre la credibilidad de Estados Unidos.
Las operaciones bélicas estadounidenses por momentos parecían prolongarse sin un final a la vista, con una esperanza mínima de victoria y con poco interés por parte del Congreso sobre la manera en que se gastaron decenas de miles de millones de dólares a lo largo de dos décadas. El costo humano se acumuló: decenas de miles de estadounidenses heridos y fallecidos, así como un incontable número de personas que padecerán traumas psicológicos con los que tendrán que vivir, incluso si aún no lo saben.
Más de 1.100 soldados de los países de la coalición y más de 100.000 efectivos y civiles afganos perdieron la vida, según el proyecto Costo de la Guerra de la Universidad Brown.
Desde el punto de vista de Biden, la guerra pudo haber concluido hace 10 años, cuando Estados Unidos mató a Osama bin Laden, cuya red terrorista de Al Qaeda planeó y ejecutó los ataques terroristas desde Afganistán. Al Qaeda quedó prácticamente desmembrada, evitando hasta el momento un nuevo ataque hacia Estados Unidos.-AP