El papa Francisco inició el viernes la primera visita de un pontífice a Irak con un ruego al país para que proteja su diversidad de siglos, exhortando a los musulmanes a acoger a sus vecinos cristianos como un recurso valioso y pidiendo a la acosada comunidad cristiana —aunque es pequeña como una semilla de mostaza— que persevere.
A pesar de la pandemia de coronavirus y los problemas de seguridad, Francisco reanudó su actividad de trotamundos tras un año de encierro en la Ciudad del Vaticano debido al COVID-19. Su objetivo principal durante el fin de semana es alentar a la decreciente población cristiana de Irak, violentamente perseguida por el grupo Estado Islámico y aún discriminada por la mayoría musulmana, a permanecer y ayudar a la reconstrucción de un país devastado por las guerras y el odio.
“Sólo si aprendemos a mirar más allá de nuestras diferencias y vernos como miembros de la misma familia humana, podemos iniciar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las futuras generaciones un mundo mejor, más justo y más humanitario”, dijo en su discurso al arribar.
El papa de 84 años utilizó una mascarilla durante el vuelo desde Roma y todas sus visitas protocolares, al igual que sus anfitriones, pero todos se quitaron los cubrebocas cuando se sentaron a conversar. El distanciamiento social y otras medidas sanitarias parecían laxas en el aeropuerto y en las calles de Bagdad a pesar del brote de COVID-19 que se agrava.
El gobierno ansía demostrar la relativa estabilidad lograda tras la derrota del “califato” del grupo Estado Islámico. Sin embargo, las medidas de seguridad eran estrictas.
Francisco, que disfruta al mezclarse con la gente y prefiere viajar en un papamóvil abierto, recorrió Bagdad en un BMWi750 blindado negro escoltado por filas de policías en moto. Se cree que es la primera vez que utilizó un vehículo a prueba de balas, tanto para su protección como para prevenir las aglomeraciones.
Sin embargo, los iraquíes parecían encantados de recibirlo y disfrutar de la atención mundial que ha generado la visita. Algunos se alinearon en las calles para aplaudir al paso de su caravana. Había carteles y banderas por toda Bagdad con retratos de Francisco y la leyenda “todos somos hermanos”.
Los gruesos cordones de seguridad frustraron las esperanzas de quienes buscaban acercarse.
“Era mi gran deseo conocer al papa y rezar por mi hija enferma, rezar para que sane, pero el deseo no se cumplió”, dijo Raad William Georges, de 52 años, padre de una niña de tres que no pudo acercarse a Francisco durante su visita a la catedral Nuestra Señora de la Salvación en el barrio de Karrada.
“Esta oportunidad no se repetirá”, dijo con tristeza. “Intentaré nuevamente mañana. Sé que no sucederá, pero lo intentaré”.
Francisco dijo a la prensa a bordo de su avión que se sentía feliz por reanudar sus viajes y que era particularmente simbólico que el primero fuera a Irak, donde según la tradición nació Abraham, venerado por cristianos, musulmanes y judíos.
“Éste es un viaje emblemático”, dijo. “También es un deber para con una tierra atormentada durante muchos años”.
Francisco cojeaba visiblemente durante la tarde, señal de le molestaba su ciática, que últimamente le ha obligado a cancelar eventos. Casi tropezó al ascender la escalinata de la catedral y un colaborador tuvo que sostenerlo.
En una reunión llena de pompa con el presidente Barham Saith en un palacio en la Zona Verde fortificada, el papa dijo que los cristianos y otras minorías merecen los mismos derechos y protecciones que la mayoría musulmana chií.
“La diversidad religiosa, cultural y étnica que ha sido una característica de la sociedad iraquí durante milenios es un recurso precioso para aprovechar, no un obstáculo a eliminar”, dijo. “Irak debe demostrar hoy a todos, sobre todo en el Medio Oriente, que la diversidad, en lugar de provocar conflictos, debe conducir a la cooperación armoniosa en la vida de la sociedad.
Salih, miembro de la minoría kurda, se hizo eco de esta exhortación.
“Uno no puede imaginar el Oriente sin cristianos”, dijo Salih. “La migración constante de los cristianos desde los países del este tendrá consecuencias nefastas para la capacidad de la gente de la misma región de convivir”.
La visita es parte de la larga campaña de Francisco para mejorar las relaciones con el mundo musulmán, que se ha acelerado últimamente gracias a su amistad con el clérigo suní jeque Ahmed el-Tayeb. El sábado alcanzará un nuevo hito cuando se reúna con el principal clérigo chií, el gran ayatolá Ali al-Sistani, una figura venerada en Irak y más allá.
Francisco le dijo al presidente Barham Salih y a otras autoridades iraquíes reunidas en el palacio de Bagdad, dentro de la fuertemente fortificada Zona Verde, que nadie debe ser considerado un ciudadano de segunda clase. Dijo que los iraquíes de todas las religiones merecen tener los mismos derechos y protecciones que la mayoría musulmana chií.
“Sólo si aprendemos a mirar más allá de nuestras diferencias y nos vemos como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un mundo mejor, más justo y más humano”, afirmó.
El presidente de Irak dijo que la visita papal es una oportunidad para mejorar las relaciones entre cristianos y musulmanes, y que la decisión del pontífice de seguir adelante con la gira a pesar de la pandemia y los temores de seguridad había “duplicado” su valor.
En una reunión en el palacio presidencial con Francisco, a la que asistieron otros altos funcionarios iraquíes poco después de la llegada del pontífice, Salih lamentó que Medio Oriente enfrente una “crisis de convivencia” debido a las tensiones regionales y al extremismo. Hizo hincapié en la importancia de la coexistencia pacífica y la preservación de la comunidad cristiana de Irak de casi 2.000 años de antigüedad.
Dijo que “no se puede imaginar Oriente sin cristianos” y que su número decreciente tendrá “consecuencias nefastas”. Expresó su apoyo al establecimiento de una Casa Abraham para el Diálogo Religioso, llamada así por el patriarca compartido del judaísmo, el cristianismo y el islam.
El ministro iraquí de Exteriores, Fuad Hussein, describió la visita como un encuentro histórico entre el “minarete y las campanas”.
Irak fue el hogar de casi 1,5 millones de cristianos antes de la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 que derrocó a Saddam Hussein y sumió al país en el caos. Los líderes de la Iglesia católica dicen que solo quedan unos pocos cientos de miles, luego de años de inestabilidad y ataques extremistas.
Francisco rompe su confinamiento de un año por el COVID-19 para volver a poner la atención global en un pueblo en gran parte desatendido cuyas comunidades cristianas del norte, que datan de la época de Cristo, quedaron casi vacías durante el violento mandato del grupo extremista Estado Islámico entre 2014 y 2017.
Para el pontífice, que ha viajado a menudo a lugares donde los cristianos son una minoría perseguida, los de Irak son el epítome de la “iglesia martirizada” de la que ha sido admirador desde que era un joven jesuita que buscaba ser misionero en Asia.
En Irak, Francisco no busca sólo honrar a sus mártires sino ofrecer un mensaje de reconciliación y fraternidad. Los pocos cristianos que siguen en el país albergan una persistente desconfianza hacia sus vecinos musulmanes y enfrentan una discriminación estructural anterior al Estado Islámico y a la invasión de 2003 liderada por Estados Unidos que sumió al país en el caos.-AP