Con poca afluencia de electores se desarrollaban el domingo las elecciones de la Asamblea Nacional en medio de cuestionamientos internacionales y sin la participación de las principales fuerzas opositoras que llamaron a un boicot alegando un “fraude”, lo que parecía abrir el camino a los candidatos del mandatario Nicolás Maduro para imponerse sin dificultades.
“A partir de hoy nace una nueva era en Venezuela y nos damos la oportunidad de iniciar un proceso verdaderamente democrático para la recuperación de nuestra amada patria ”, afirmó Maduro tras votar en un centro del oeste de la capital.
El gobernante izquierdista aprovechó, en una transmisión de la televisora estatal, para atacar al actual Congreso, de mayoría opositora, al que acusó de incurrir en “traición al haber pedido sanciones contra la economía de todo un pueblo que nos ha llevado a una situación dolorosa”.
Al invitar a los electores a votar, Maduro volvió a mostrar un reloj que le obsequió el fallecido astro argentino, Diego Maradona, diciendo que se lo había puesto “para que me dé suerte”.
Las votaciones arrancaron pasadas las 6 de la mañana con pequeñas filas en algunos centros de votación de la capital, según constató The Associated Press, situación que se mantuvo hasta pasado el mediodía. Medios locales reportaron situaciones similares en el interior del país.
Sin ofrecer cifras de participación, la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Indira Alfonzo, estimó ante la prensa que a medida que transcurra la jornada la afluencia sería mayor. “Históricamente va a dar resultados maravillosos”.
Asimismo, el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente y candidato a diputado a la reelección, Diosdado Cabello, indicó, luego de votar, que los reportes que tiene el oficialismo sobre participación de la gente y la organización de los partidos son altamente satisfactorios.
El líder opositor Juan Guaidó discrepó. “Hoy queda claro que la dictadura sigue quedándose sola”, expresó Guaidó a través de un vídeo que difundió en su cuenta de Twitter que muestra de fondo la entrada de un centro de votación desolado.
Guaidó refirió que ese centro de votación, ubicado en el estado costero de La Guaira, en otras elecciones tenía gran concurrencia de personas, pero que esta oportunidad estaba vacío, hecho que atribuyó a “un fraude en nuestro país que se rechaza claramente”.
“El contraste a esto debe ser en las calles exigiendo precisamente el derecho a elegir porque se vaya la dictadura”, agregó.
De acuerdo a estimaciones del Observatorio contra el Fraude de la mayoría opositora de la Asamblea Nacional hasta el mediodía sólo había participado 7,5% de los electores habilitados.
Entre las personas que aguardaban en una fila de una escuela del norte de la capital estaba Exida Morales, una humilde vendedora callejera de 60 años, quien afirmó que decidió votar para tener “todo el derecho de hacer un reclamo” y “ver si la economía mejora porque las comidas están muy caras”.
Al ser preguntada sobre el boicot convocado por la oposición, Morales expresó que “tantas cosas han sucedido que ya uno no cree en uno ni en el otro”.
Unas 30.000 mesas de votación repartidas por todo el país funcionarían durante doce horas. Los primeros escrutinios se esperaban para el final de la jornada.
Mientras se dirigía a su trabajo en la capital venezolana Karol Terán, una enfermera y madre soltera, señaló que no votaría porque “esto es más de lo mismo. Si voto o no voto, igualito, este gobierno tiene todo eso controlado… Creo que estoy cansada de todo esto, ¿sabe? Y no es fácil.”
Con una victoria de los candidatos oficialistas, Maduro se aseguraría el control de todos los poderes públicos. Al perder el Congreso, la oposición quedará sin ningún piso institucional y muy limitada para ejercer alguna presión contra el gobierno, lo que según algunos analistas acelerará el final de los últimos vestigios de la democracia venezolana.
Una coalición opositora logró una contundente mayoría en los comicios de 2015 y arrebató al oficialismo el control de la Asamblea Nacional, que habían manejado por dieciséis años. Pero durante los cinco años de ejercicio parlamentario, la oposición debió lidiar con el cerco jurídico del Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el gobierno, que anuló todas las leyes y decisiones del Congreso.
La recuperación del Legislativo por parte del oficialismo tendría un sabor amargo para el mandatario izquierdista, puesto que los comicios son rechazados por Estados Unidos, la Unión Europea y buena parte de los países de la región que han cuestionado la jornada asegurando que no se cumplen las condiciones para un proceso electoral transparente y democrático.
La postura crítica de la comunidad internacional hace prever que no habrá cambios en las presiones y sanciones hacia el gobierno de Maduro, quien deberá seguir sorteando la compleja crisis sólo con el apoyo de Rusia, China, Irán, Cuba y Turquía, que en los últimos años se han convertido en sus incondicionales aliados.
“Allá los golpistas, los que piden intervención militar. Nosotros decimos: ‘votos sí, guerra no, balas no’”, dijo Maduro la noche del sábado, en una transmisión de la televisora estatal, al desestimar las críticas internas y externas contra elección.
“Diga lo que diga Donald Trump o Iván Duque, el pueblo de Venezuela va a elegir su Asamblea Nacional y el 5 de enero nace un Poder Legislativo nuevo”, afirmó el mandatario tras llamar a los venezolanos al participar en la votación, en la que se elegirán 277 diputados entre unos 14.000 candidatos.
En respuesta a las elecciones legislativas, la oposición convocó a una “consulta popular” entre el 7 y 12 de diciembre que se realizará por la aplicación Voatz, un portal de Internet, el sistema de mensajería Telegram, y de manera presencial al final del proceso.
En el referendo, promovido por organizaciones civiles y que no tendrá auditoría ni observación independiente, se preguntará a los venezolanos si están a favor de exigir el “cese de la usurpación” de la presidencia de Maduro, sobre el rechazo de los comicios legislativos, y si ordenan ejercer gestiones en la comunidad internacional para rescatar la democracia y atender la crisis humanitaria.
El boicot impulsado por Guaidó no fue acatado por un grupo de organizaciones opositoras minoritarias que mantiene diálogos con el oficialismo, ni tampoco por congresistas y políticos disidentes a quienes el Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el gobierno, les entregó la dirección, símbolos, colores y tarjetas de los partidos Primero Justicia, Acción Democrática y Voluntad Popular, tres de los grandes partidos opositores.-AP