Miedo y tristeza entre universitarios hondureños confinados por la COVID-19

Tegucigalpa– El confinamiento forzado que viven los hondureños desde hace cuatro meses por la pandemia de la COVID-19 ha infundido miedo, pánico y tristeza entre muchos estudiantes universitarios, pero además ha despertado en ellos una mayor conciencia social y solidaridad con los más necesitados.

Las cifras de la enfermedad siguen en alza cuatro meses después de que fueran confirmados los primeros contagios.

Hasta ahora no se sabe si todo el sistema educativo volverá a las clases presenciales o si los alumnos seguirán confinados, con una enseñanza virtual a medias, sobre la que han venido aprendiendo sobre la marcha, en un país donde muchos de sus 9,3 millones de habitantes no tienen acceso a Internet y otras tecnologías.

APRENDIENDO A VIVIR CON LA COVID-19

Muchos alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) están aprendiendo a vivir con la COVID-19, ya sea en Tegucigalpa, o en sus comunidades en el interior del país, desde donde llegaron a la capital para estudiar, algunos con mucho esfuerzo porque sus padres son pobres.

Efe conoció al menos el testimonio de nueve estudiantes de la asignatura de Sociología General, quienes hicieron un balance personal sobre el confinamiento que viven desde marzo.

Para algunos la situación ha sido más complicada, no solo por lo que implica la crisis social y económica derivada de la pandemia, sino también por problemas tecnológicos en su empobrecido país.

«No imaginé que pasaría todo esto. Ahora estoy encarcelado entre cuatro paredes para evitar contraer y propagar la enfermedad a otras personas. Las cosas pueden cambiar vertiginosamente, un día estás esforzándote para cumplir una meta y el otro preocupado por tu vida y la de los demás», dijo Gerardo José Gómez sobre el confinamiento.

Gerardo José tuvo una mayor visión de la pandemia cuando comenzó a leer la novela «La peste», de Albert Camus, publicada en 1947.

«A medida que iba leyendo comparaba cada una de las circunstancias que atravesaban los protagonistas con la coyuntura que estamos soportando. Me sorprende la certeza con la que vaticina el libro lo que sucede», añadió.

Entre los alumnos hay quienes afirman que ha habido corrupción en las compras hechas por el Gobierno para hacer frente a la pandemia, que hasta el viernes había dejado 750 muertos y 27.053 contagios.

«Sentí miedo, incluso hasta pánico, porque sabía que nuestro sistema de salud no estaba preparado para afrontar esta situación, peor el Gobierno corrupto, que no tomaría las medidas necesarias para el pueblo. Hoy, me doy cuenta de que no me equivoqué», señaló Lizzy Elena Cruz, originaria del interior del país.

Lizzy Elena recordó que las primeras dos semanas que estuvo «encerrada en Tegucigalpa fueron las más difíciles porque me estaba quedando sin dinero».

Su padre no podía enviarle dinero por ser «inmigrante en EE.UU. y el estado donde vive fue declarado en cuarentena; por lo tanto, no siguió trabajando», mientras que su madre, que hasta antes de la actual crisis trabajaba en el aérea de cocina de un hotel, «tampoco estaba laborando».

Con muchas dificultades, la joven pudo llegar a su lugar de origen para reunirse con su familia, que «no tiene los medios necesarios para sobrellevar la cuarentena libre de preocupaciones».

Muchos días, según su relato, no ha tenido acceso a Internet para atender sus estudios.

NO ESTABA LISTA PARA EL AISLAMIENTO

María Victoria Pineda y su familia no son personas adineradas. Tienen al menos para su «alimentación y suministros médicos, en caso de alguna emergencia» y, en su caso, llevaba varios meses trabajando en una tienda, con lo que se costeaba sus estudios en la UNAH, sin imaginarse que la pandemia le llevaría a la «incertidumbre».

Según afirmó, ha vivido una «sensación de incertidumbre y preocupación» debido a que «muchos miembros de mi familia y amigos tienen sentimientos de desolación al enfrentarse a una realidad de posible desempleo, de pérdidas económicas de pequeños negocios familiares que comenzaban a dar frutos».

«Con respecto a mis estudios, me he sentido un tanto frustrada al no poder continuar avanzando en mis clases de forma continua, la sensación de sentir que pierdes el tiempo y no puedes caminar progresivamente en tus objetivos es devastadora», subrayó María Victoria, para quien, además, «no estábamos completamente listos para aislarnos socialmente».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *