El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, conmutó la pena impuesta por los tribunales a su amigo y exasesor Roger Stone.
La decisión fue anunciada este viernes, justo después de que una corte de apelaciones en Washington D.C. negara una solicitud de Stone de postergar la fecha de su ingreso a prisión.
Stone había sido condenado a 40 meses de reclusión por mentir al Congreso, obstrucción a la justicia y manipulación de testigos.
Stone es el sexto asesor del actual mandatario estadounidense que ha sido declarado culpable por cargos relacionados con la investigación del Departamento de Justicia sobre los supuestos intentos de Rusia de impulsar la campaña presidencial de Trump en 2016.
Es difícil decir que la decisión del presidente de otorgar clemencia a su antiguo amigo y consejero político es sorprendente, pero aún así resulta estremecedora.
Aunque el presidente calificó la investigación como una farsa y una caza de brujas partidista, Stone fue condenado por delitos graves.
Al mismo tiempo, el cabildeo activo de Stone para conseguir la conmutación de la pena -llegando incluso a decir que «fácilmente» habría podido recurrir al presidente para evitar el juicio-, resultó indecoroso en el mejor de los casos.
Obviamente, Trump no es el primer mandatario en aprobar un perdón presidencial para favorecer a un amigo o socio.
Sin embargo, la mayor parte de sus predecesores en el cargo esperaban hasta los últimos días de su gobierno para tomar este tipo de medidas, pues sabían que generarían un escándalo político.
Por otra parte, Trump parece saborear la controversia.
Como ha hecho durante gran parte de su tiempo en la Casa Blanca, sus acciones son ejecutadas con la mirada puesta en una base que considera que instigar a los opositores políticos es un fin en sí mismo.