No han sonado las campanas con la última pinta, como en tiempos, pero sí la advertencia previa del secretario de Salud del Reino Unido, Matt Hancock, justo antes de que abrieran los pubs este sábado, al cabo de tres meses de «ley seca» en Inglaterra: «Podéis ir a los bares, pero si violáis la ley, acabaréis entre rejas».
Algo parecido dijo el director de la sanidad pública, Simon Stevens, ante los temores de un desmadre etílico en el «supersábado»: «Lo último que desean los médicos y las enfermeras en estos momentos es ver los hospitales desbordados con borrachos».
El propio primer ministro, Boris Johnson, tuvo que hacer una llamada al orden -«¡No lo echéis a perder!»- visto que el sentido común de sus paisanos ha brillado por su ausencia durante el caos de la desescalada: La secretaria del Interior, Priti Patel, ha recogido el testigo este sábado y ha advertido a los británicos que no pongan en riesgo los avances con «una conducta irresponsable».
El Gobierno ha tenido esta vez de su parte el tiempo típicamente inglés: nubosidad invariable, el mejor antídoto contra esa locura repentina que se apodera de los habitantes de las islas británicas cuando el termómetro sube por encima de los 30 grados, como ocurrió la semana pasada con la invasión de las playas y los «rave parties» callejeros.
En Dublín, más sensatos, los pubs abrieron desde el lunes para dar tiempo a hacer los ajustes necesarios, antes de que llegara la avalancha de bebedores. En Londres, el pistoletazo de salida fue a las seis de la mañana en pleno fin de semana, por empecinamiento del Gobierno y pese a advertencia de la policía.