El narcotraficante más conocido de México, Joaquín “El Chapo” Guzmán, fue declarado culpable el martes de encabezar una red de tráfico de drogas a gran escala después de un juicio de tres meses que incluyó relatos hollywoodescos de asesinatos grotescos, sobornos políticos, cocaína oculta en latas de chiles jalapeños, una pistola incrustada de piedras preciosas y una fuga desnudo con su amante a través de un túnel.
Guzmán, de 61 años, escuchó una serie de veredictos de culpabilidad por cargos relacionados con drogas y asociación delictuosa que podrían sumar décadas de encierro en una prisión de máxima seguridad elegida para frustrar cualquier posibilidad de otro escape, como los que lo convirtieron en un héroe popular en su país natal.
Los jurados, cuyas identidades se mantuvieron en secreto, acordaron el veredicto tras seis días de deliberaciones sobre un “alud” de pruebas, a decir de las autoridades, reunidas desde fines de la década de los 1980 para demostrar que Guzmán y su siniestro cártel de Sinaloa ganaron miles de millones de dólares con el contrabando de toneladas de cocaína, heroína, metanfetamina y marihuana a Estados Unidos.
Mientras el juez leía el veredicto, Guzmán miraba a los jurados y su esposa, Emma Coronel Aispuro, veía la escena, ambos con rostro de resignación. Una vez que los jurados abandonaron la sala y Guzmán se levantó para salir del tribunal, intercambiaron la señal del pulgar alzado.
El juez federal Brian Cogan elogió al jurado por prestar minuciosa atención a los detalles y por su manera “notable” de encarar las deliberaciones. Dijo que con ello se sentía “muy orgulloso de ser un estadounidense”.
La evidencia mostraba que las drogas ingresaron desde México a través de túneles secretos u ocultas en camiones cisterna, automóviles y vagones de ferrocarril, todos los cuales atravesaron puertos legales de entrada, un indicio de que un muro fronterizo no sería de mucha preocupación.
El caso contra Guzmán, un hombre de aproximadamente 1,67 metros (5,5 pies) que le ganó su apodo, incluye el testimonio de varios desertores y otros testigos. Entre ellos se encontraban sus lugartenientes en Sinaloa, un especialista en codificación informática y un proveedor colombiano de cocaína que se sometió a una cirugía plástica extrema para modificar su apariencia
Un sinaloense describió cómo los trabajadores introducían cocaína en latas de jalapeños, en cargamentos que sumaban 25 a 30 toneladas de cocaína por valor de 500 millones de dólares anuales. Otro declaró que en ocasiones Guzmán actuaba como su propio sicario: una vez, para castigar a un sinaloense que se atrevió a trabajar para otro cártel, lo secuestró, golpeó, hirió de bala y lo hizo enterrar vivo.
La defensa tomó apenas media hora para exponer su caso. No negó los delitos, sino que acusó a los testigos cooperantes de convertir a Guzmán en chivo expiatorio de sus propios crímenes.
En su alegato final, el abogado defensor Jeffrey Lichtman exhortó al jurado a no creer a los testigos del gobierno que “mienten, roban, hacen trampa, venden drogas y matan gente”.
El fiscal federal Richard Donoghue calificó el veredicto de “victoria para el pueblo estadounidense que sufrió tanto” con el veneno que el acusado enviaba a través de la frontera. Prevé que Guzmán será condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
“Es una sentencia de la que no haya escapatoria ni regreso”, dijo Donoghue en conferencia de prensa frente al tribunal. “Hay quienes dicen que no vale la pena la guerra contra las drogas. Esas personas están mal”, agregó.
Ray Donovan, director de la oficina de la DEA en Nueva York, dijo que el caso deja de manifiesto al Guzmán verdadero y evidencia que “el Chapo real es un manipulador y asesino despiadado”.
Lichtman dijo que la defensa y apelará la condena. “Quienquiera que sea el acusado, hay que pelear a muerte”.
Agregó que su cliente era un optimista que “no se da por vencido”.
Al escuchar el veredicto, Guzmán estaba “fresco como una lechuga”, agregó Lichtman. “La verdad es que nosotros estábamos más alterados que él”.
Las deliberaciones se complicaron por el amplio alcance del juicio. Los jurados debieron completar un formulario que les obligó a tomar 53 decisiones acerca de si los fiscales han demostrado varios elementos del caso.
El juicio puso bajo los reflectores la corrupción que permitió que floreciera el cártel. El narcotraficante colombiano Alex Cifuentes causó revuelo al testificar que el expresidente mexicano Enrique Peña Nieto aceptó un soborno de 100 millones de dólares de Guzmán. Peña Nieto lo negó, pero la acusación encaja en una tendencia: políticos, comandantes del ejército, policía y fiscales, todos aceptaron sobornos.
A veces la tensión se aligeraba con atracciones secundarias, como cuando Guzmán y su esposa se presentaron en sacos combinados de terciopelo vino como señal de solidaridad. Otro día, un actor de la estatura de Guzmán que interpretó al narcotraficante en la serie de Netflix “Narcos: México” asistió como espectador, y le dijo a la prensa que fue “surrealista” ver cómo le sonreía el acusado.
Aunque el juicio fue dominado por la imagen de Guzmán como un criminal casi mítico que portaba una pistola incrustada en diamantes y siempre estaba un paso adelante de la ley, el jurado nunca escuchó hablar a Guzmán, excepto cuando le dijo al juez que no testificaría.
Sin embargo, su acento golpeado saturó la sala, gracias a las grabaciones de llamadas telefónicas interceptadas. “¡Amigo!”, dijo a un distribuidor del cártel en Chicago. “Lo que esté al alcance, a la orden”.
La novia de Guzmán, Guadalupe Sánchez López, se lleva el crédito de una las anécdotas más memorables del juicio cuando testificó que estaba en la cama en una casa segura de Guzmán en 2014 cuando la Marina mexicana comenzó a derribar la puerta. Dijo que Guzmán la llevó a una escotilla bajo una bañera que llevaba a un túnel que les permitió escapar.
Al preguntarle qué llevaba puesto respondió: “Iba desnudo. Él corría primero, nos dejó atrás”.
El acusado ya se había escapado de prisión al esconderse en un carro de lavandería en 2001. Después corruptos agentes policiales le asignaron una escolta en Ciudad de México, antes de retirarse a uno de sus varios escondites en las montañas. En 2014, logró fugarse otra vez de prisión al escaparse por un túnel iluminado de 1,5 kilómetros (1 milla) en una motocicleta sobre vías.
Incluso cuando recapturaron a Guzmán en 2016, antes de ser extraditado a Estados Unidos, ya planeaba otro escape, dijo la fiscal Andrea Goldbarg en los alegatos finales.
“¿Por qué? Porque es culpable y nunca quiso estar en una posición en donde tendría que responder por sus crímenes”, dijo al jurado. “Quería evitar estar sentado ahí, frente a ustedes”.-AP