El alcalde de Tijuana declaró una crisis humanitaria en esta ciudad fronteriza con Estados Unidos y el viernes dijo que solicitó apoyo a las Naciones Unidas para atender a los aproximadamente 5.000 migrantes centroamericanos que han llegado aquí.
Juan Manuel Gastélum hizo sus comentarios mientras funcionarios municipales y voluntarios trabajaban juntos para ayudar a los 4.976 hombres, mujeres y niños que arribaron tras pasar más de un mes en las carreteras y que ahora están acampando en un complejo deportivo.
El gobierno del presidente estadounidense Donald Trump ha pasado semanas criticando a la caravana de migrantes, la cual aseveró está llena de delincuentes, pandilleros e incluso _en un momento dado lo insinuó, sin presentar pruebas_ terroristas.
Manuel Figueroa, que encabeza el departamento de servicios sociales de la ciudad, dijo que las autoridades están trayendo inodoros portátiles y duchas, así como champú y jabón.
Pero ha sido insuficiente.
“Como hay ausencia, apatía y abandono por parte del gobierno federal, estamos recurriendo a las instancias internacionales, como la ONU”, afirmó Figueroa.
René Vázquez, un residente de Tijuana de 60 años de edad que está laborando como voluntario en el complejo deportivo, dijo que el gobierno federal mexicano ignoró el problema al permitir que la caravana cruzara el país sin detenerse. Ahora la ciudad de 1,6 millones de personas tiene que lidiar con las consecuencias.
“No tengo nada en contra de los migrantes _son los más engañados_, pero sí (la situación) afecta a todos”, afirmó.
Gastélum se comprometió a no asignar recursos públicos de la ciudad para atender a los recién llegados. Su gobierno emitió un comunicado el jueves diciendo que solicitaba ayuda de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.
Vázquez, que juega fútbol en un equipo que utiliza el complejo deportivo, dijo que México debería actuar ahora y procesar visas de carácter humanitario para el grupo de forma que puedan comenzar a buscar trabajo. Mientras tanto, como su equipo de fútbol ya no puede entrenar en el complejo deportivo, él pasa el tiempo distribuyendo pizzas y pollo frito donados entre los migrantes.
La caravana que partió de Honduras a mediados de octubre fue bien recibida en la mayor parte de las poblaciones por las que pasó rumbo a Estados Unidos. Incluso las ciudades con pocos recursos se aseguraron de que los migrantes tuvieran alimentos y un sitio para descansar.
Pero en esos lugares la caravana se quedó dos noches como máximo, salvo en la Ciudad de México. En Tijuana, muchos de los migrantes que huyen de la violencia y la pobreza pretenden solicitar asilo en Estados Unidos, y enfrentan la perspectiva de estar meses en esa ciudad fronteriza antes de tener oportunidad de hablar con un funcionario estadounidense.
Gastélum dijo el viernes que el gobierno mexicano había mencionado enviar 20 toneladas de recursos a Tijuana para apoyarlos, pero que tres cuartas partes eran materiales para reforzar la frontera y sólo 5 toneladas eran suministros para los migrantes.
El alcalde también criticó al gobierno federal por no tomar más en serio la amenaza de Trump de cerrar toda la frontera si su gobierno determina que México ha perdido “el control” de la situación en Tijuana.
“Eso es grave”, dijo.
Los migrantes están recibiendo el apoyo de iglesias locales y ciudadanos particulares que han estado proporcionando alimentos, así como de varias agencias del gobierno del estado de Baja California, que dice haber identificado 7.000 oportunidades de trabajo para los que reúnan los requisitos.
Adelaida González, una mujer de 37 años de Ciudad de Guatemala, llegó a Tijuana hace tres días y se le está dificultando adaptarse. Estaba cansada de dormir sobre una frazada en un campo de tierra, de esperar 30 minutos para poder ir al baño y también para recibir alimentos, y no sabía cuánto más podría resistir.
“No nos habríamos arriesgado a venir si hubiéramos sabido que está tan duro”, afirmó González, que salió de Guatemala con su hijo de 15 años y su vecino.
Dijo que estaba sopesando aceptar la oferta de México para que se quede y trabaje en Chiapas como refugiada.
Algunos de los migrantes efectuaron una pequeña manifestación el jueves en el cruce fronterizo Chaparral de la ciudad, y algunas docenas pasaron la noche allí. La policía acordonó las calles alrededor del lugar, lo cual desquició el tránsito, pero el flujo de peatones a través de la frontera continuaba sin problemas el viernes.
Alicia Ramírez, una empresaria de Tijuana de 65 años, dijo que le preocupaba no poder cruzar la frontera el Viernes Negro para efectuar sus compras de Navidad, pero no tuvo problemas al ingresar caminando a California. Aproximadamente una docena de policías mexicanos estaban junto al cruce con escudos de plástico.
Aun así, la amenaza de que la frontera sea cerrada desalentó a sus hijas en Los Ángeles de venir a visitarla para las fiestas navideñas. “Estaban preocupadas, así que decidieron no venir”, manifestó.-AP