Unos 750 migrantes centroamericanos salieron el viernes de la Ciudad de México para embarcarse en la etapa más larga y peligrosa de su viaje a la frontera de Estados Unidos, mientras miles decidieron esperar un día más en el estadio deportivo del sur de la capital a donde llegaron a principios de semana.
El grupo reunió sus pocas posesiones y partió en metro hacia la parte norte de la ciudad y luego caminó por una autopista con escolta policial.
Para muchos fue la primera vez en el metro y tenían poco conocimiento del camino hacia Tijuana, adonde se dirigen, ubicada a unos 2.800 kilómetros.
Carlos Castanaza, un plomero de 29 años de la Ciudad de Guatemala, se envolvió de pies a cabeza en una manta para paliar el frío y le preguntó a los transeúntes dónde estaba la próxima cabina de peaje. Cuando le dijeron que estaba en una ciudad a unos 30 kilómetros de distancia, escribió cuidadosamente el nombre en su mano con una pluma para recordar adónde iba.
Deportado por conducir sin licencia después de una década de trabajo en Connecticut, Castanaza está desesperado por volver con sus dos hijos nacidos en Estados Unidos. “He querido regresar por más de un año, pero no pude”, dijo. “Por eso me uní a la caravana”.
El grupo esperaba llegar al estado de Querétaro, a poco más de 150 kilómetros al noroeste, al caer la noche donde, según el gobernador, Francisco Domínguez, ya tenían listo un albergue con capacidad para 4.000 personas en la localidad de San Juan del Río.
Según las autoridades de este estado, algunos migrantes decidieron comprar boletos de autobús y avanzar un poco más.
Mientras tanto, entre 4.000 y 5.000 migrantes esperaban impacientes en el complejo deportivo Jesús Martínez.
″¡Vamos, vamos!”, gritó el hondureño Eddy Rivera, de 37 años, que ya no quería quedarse en el campamento por más tiempo. “Todos estamos enfermos del frío, de la humedad”, agregó el hombre que dejó a su esposa y cuatro hijos en Honduras. “Queremos salir ya, tenemos que llegar a Tijuana”.
Aunque no estaba seguro de cómo un trabajador agrícola no calificado como él sería admitido en Estados Unidos, tenía un simple sueño: ganar suficiente dinero para construir una pequeña casa para su familia en Puerto Cortés.
Miles de migrantes pasaron los últimos días descansando, recibiendo atención médica y debatiendo cómo proceder con su ardua caminata por Centroamérica y México que comenzó a mediados de octubre.
El jueves, representantes de la caravana se reunieron con funcionarios de la oficina local de las Naciones Unidas y exigieron autobuses los llevaran a la frontera.
El coordinador de la caravana, Milton Benítez, dijo que los funcionarios les ofrecieron autobuses solo para las mujeres y niños pero que ellos insistieron en que debía haber para todos. Sin embargo, Naciones Unidas desmintió este punto. En un comunicado el viernes dijo que sus distintas agencias “están imposibilitadas de brindar el transporte requerido por algunos integrantes de la caravana”.
Los organizadores se mostraron indignados el viernes y dijeron que no querían más observadores de la ONU con la caravana.
Alguno migrantes no descartaban un milagro y que los buses llegaran. Otros eran escépticos. Todos, sin embargo, se mostraban decididos a seguir para el norte.
“No va a haber buses”, manifestó Héctor Wilfredo Rosales, un electricista de 46 años de Olancho, Honduras, que se echó a andar con su hijastro de 16 años por la falta de empleo. “Nos han mentido mucho, pero iremos caminando como hemos hecho hasta ahora”.
Una de las mayores preocupaciones para todos era mantenerse juntos para mayor seguridad.
La Ciudad de México está a 965 kilómetros del paso más cercano en McAllen, Texas, pero ya en la anterior caravana, que fue mucho más pequeña se optó por llegar a hasta Tijuana, en el extremo noroeste, para cruzar a San Diego, porque era un camino más seguro.
“California es la ruta más larga pero es la mejor frontera, mientras que Texas está más cerca pero es peor”, explicó el abogado José Luis Fuentes, del grupo estadounidense National Lawyers Guild, a los migrantes.
Rosales hubiera preferido una ruta más corta “porque van muchas mujeres con niños y va a ser muy duro”, pero estaba contento con la decisión de marcharse ya y confiaba en que, como ocurrió para llegar a la capital, los mexicanos les darán un jalón.
México ha ofrecido refugio a los migrantes y el gobierno dijo que emitió 2.697 visas temporales a individuos o familias. Pero la mayoría quiere seguir a Estados Unidos y rechazaron las ofertas de las autoridades mexicanas. Solo una pequeña parte accedió a retornar a sus países de origen.-AP