La culpa es de los periodistas. Ése es el mensaje que este jueves ha transmitido el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una rueda de prensa de una hora y 20 minutos en la Casa Blanca. Justo en el día en el que uno de los diarios que hasta ahora habían sido más favorables a Trump, ‘The Wall Street Journal’, ponía en su primera página que los servicios de espionaje de EEUU no le dan toda la información que poseen por temor a que ésta pueda acabar en manos de Rusia, y apenas 60 horas después de que su consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, tuviera que dimitir por sus vínculos con Moscú, Trump echaba la culpa de todos sus problemas a los medios de comunicación.
El presidente llegó al extremo de declarar que, si Moscú ha colocado un barco de espionaje electrónico frente a la costa de EEUU, no muy lejos de Nueva York y ha violado el acuerdo antimisiles de 1987 entre Moscú y Washington al colocar misiles que apuntan a Europa Occidental, la culpa es de los periodistas, que han torpedeado su apertura a Rusia. «Putin probablemente asume que para mí sería políticamente imposible alcanzar un acuerdo con Rusia», dijo Trump, antes de añadir: «Si fueras Putin ahora mismo, dirías: «¡Eh! Hemos vuelto a los viejos juegos con Estados Unidos, es imposible que Trump llegue a un acuerdo con nosotros».
Trump no quiso responder a la pregunta de si va a tomar represalias contra lo que la prensa estadounidense ha calificado de «provocaciones» de Moscú. Tampoco entró en detalles acerca de si va a expulsar a los inmigrantes sin papeles que llegaron a EEUU cuando eran niños, y que llevan viviendo en el país desde entonces. En general, el presidente no entró en detalles en nada. Y, cuando lo hizo, no le fue bien. Cuando repitió que ha logrado la mayor victoria electoral desde Ronald Reagan en 1984, la prensa le recordó que Obama las tuvo mayores. «La mayor de un republicano», respondió Trump. Y los periodistas le explicaron que George W. Bush también ganó por más en 2004. «Bueno, no sé, a mí me han dado esa información», zanjó el presidente.
Ésa fue la clave de la conferencia de prensa. Si algo no va bien, es mentira. Si algo que él dice es mentira, la culpa es de los demás. La rueda de prensa de ayer había sido convocada para que Trump presentara a su nuevo candidato secretario de Trabajo, Alexander Acosta. La que podría haber sido una oportunidad para que el presidente retomara la iniciativa política tras la dimisión de Flynn con un activo político que le puede ser muy útil – Acosta es el primer latino al que propone para su gabinete, y es un republicano moderado que puede ayudarle a reforzar los lazos con el liderazgo del partido – acabó siendo una batalla campal verbal.
Ataques a una prensa «deshonesta y fuera de control»
Durante 80 minutos, Trump se olvidó de Acosta para atacar a la prensa (ocho veces empleó la palabra «odio» para referirse al tratamiento informativo que recibe), Hillary Clinton, Barack Obama («quiero que sepáis que heredé un caos»), y al resto del mundo («todos los países se aprovechan de nosotros. Puede que haya un par que no lo hacen»). El presidente de EEUU enumeró los logros – reales o ficticios – de sus 27 días en el cargo con el mismo detalle – e igual propensión a la exageración – que un secretario general del PCUS relatando los éxitos del último Plan Quinquenal de la Unión Soviética. Su visión de su gestión quedó resumida en el inicio de la rueda de prensa:
«No creo que haya habido un presidente que haya hecho tanto en un periodo tan corto de tiempo como nosotros».
La culpa de todo es de sus rivales políticos, y de los medios de comunicación. El candidato Trump que celebraba las filtraciones de WikiLeaks y pedía en agosto a Vladimir Putin que ‘hackeara’ los emails de Hillary Clinton amenaza ahora las filtraciones que proceden tanto de su propio equipo como del aparato del Estado de EEUU, y que acaban en la prensa.
Así es como el ‘eje del mal’ mediático de Trump – la cadena de televisión CNN, y los diarios ‘The Washington Post’ y ‘The New York Times’, a los que ayer se sumó como estrella invitada ‘The Wall Street Journal’ – es el que controla la política exterior del presidente que ganó las elecciones con la promesa de no ceder nunca frente a la ‘casta’ o, como se la califica en Estados Unidos, el ‘establishment’. Y Trump, así pues, no puede llevar a cabo su detente con Vladimir Putin por culpa de la prensa.
El presidente ahondó en esa teoría conspiratoria una y otra vez. «Rusia son noticias falsas. Rusia es noticias falsas plantadas por los medios de comunicación», insistió. Y repitió cuatro veces: «Rusia es una trampa».
No especificó, sin embargo, qué tipo de trampa. Aunque dejó bien sentado que él no ha tenido relación alguna con Moscú. «No tengo nada que ver con Rusia. No he hecho una llamada de teléfono a Rusia en años. No hablo con nadie de Rusia. Y no es que no pueda, es que no tengo a nadie con quién hablar [en ese país]», declaró.
Es un cambio sutil, pero significativo, que revela un cambio de posición de Trump. Hasta ahora, el presidente estadounidense había rechazado de plano que ninguno de sus colaboradores hubiera tenido vinculaciones con el régimen de Vladimir Putin. Desde ayer, eso se aplica solo a él. Aun así, Trump declaró que Flynn ha dejado el cargo por ocultar al vicepresidente Mike Pence la naturaleza de sus conversaciones con el embajador ruso en Washington, Sergey Kilsyak, no por esas conversaciones, en las que discutió las sanciones que Barack Obama acababa de imponer a Rusia por su interferencia en las elecciones de Estados Unidos.